La librería Francesa de Barcelona desaparece tras más de 150 años de actividad. No puedo evitar un sentimiento de tristeza al constatar una vez más que el dinero se apodera de ese alimento espiritual que es el libro y lo que supone.
El grupo inmobiliario Bami, ya propietario del edificio del paseo de Gràcia, necesitaba la planta baja, la librería Francesa, y se ha apropiado de ella con su arma inevitable: el dinero. Con sus millones construirá pisos de lujo y la actual librería dará paso a una ultralujosa tienda de quién sabe qué. En todo caso, algo que produzca amplio e inmediato beneficio, contrario a la vocación de la librería Francesa, que sin embargo no es deficitaria.
La oferta de la librería era vasta: las novedades en catalán y castellano y la excelente sección francesa que iba desde la magnífica Pléiade a los humildes libros de poche, pasando por las últimas publicaciones en francés, amén de la lengua inglesa y la amplia oferta de poesía. Sin olvidar la amabilidad de sus empleados, que pierden un trabajo que aman.
De ahí el sentimiento de tristeza y desamparo. Un viejo amigo repleto de cultura desaparece a causa de la penosa enfermedad que se llama capitalismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de marzo de 2002