Bajo la solidez que mostraba un programa como Operación Triunfo comienzan a aparecer las primeras fisuras:
1. Aunque las audiencias siguen muy altas, parece que a partir la última gala (Disney) ha perdido fuelle o encanto.
2. La venta de entradas es todo un récord; sin embargo, el márketing excesivo (discos, videos, libros, etcétera) acaban saturando y cansando.
3. Surgen las primeras diferencias (Chenoa y Nina, por ejemplo); Rosa olvida las letras de una canción; Bustamante no llega a los tonos altos. El único que parece mantener el tipo es Bisbal. Echo de menos la profesionalidad de Chenoa y el saber estar de Manu Tenorio.
4. ¿Qué sucederá si no hay triunfo en Eurovisión?
5. ¿Está resultando excesiva la presión del público, de los medios?
Quizá, todo no sea tan ideal y perfecto como imaginábamos. Debemos darles un margen de confianza, en virtud de su trayectoria hasta ahora.
Resulta que los chicos de Operación Triunfo también son humanos y esto es un valor. Operación Triunfo es un punto de partida, no un fin. Sus respectivas carreras acaban de empezar. Ningún profesional se hizo en un día. Démosles nuestra confianza y nuestro apoyo. Yo se las doy, ¿y tú?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 5 de marzo de 2002