Las Palmas logró enderezar una fatídica racha de ocho partidos sin ganar en la que se considera su primera final de aquí a la conclusión del campeonato. La victoria sobre el Alavés por 2-1 tuvo tintes épicos. La Unión Deportiva se ha quedado sin sus dos porteros profesionales en tres días. Nacho González, por una irregularidad en la obtención de su pasapporte; Cicovic por una lesión muscular antes del descanso. Con estos ingredientes la afición se apuntó a ganar en los prolegómenos. El recibimiento espectacular fue aderezado con fuegos artificiales.
El Alavés se empeñó, sin embargo, en aguar la fiesta. En el minuto 13 Astudillo envía a la red un rechace del palo a cabezazo de Turiel. El visitante acabó con el paseo del balón por la línea de gol, pero no con el paseo de la euforia por el Insular. Las Palmas intentaba, aunque de forma cándida, plantarse en las inmediaciones de la portería de Kike. Los de Mané tenían aparentemente controlado el partido y lo manejaban como les gusta: ventaja en el marcador y contundencia defensiva. En eso, apareció el delantero centro menos goleador de la Liga. Orlando se dedicó ayer a dar goles. El empate salió de sus botas. Recibió en una esquina del área y envió el esférico a la otra, donde Jorge conectó un disparo seco y duro que apenas cogió vuelo. El remate fue inapelable.
La segunda mitad albergó un fútbol de ida y vuelta. Ambos equipos aspiraban a la victoria por distintas razones. En este juego al filo de la navaja, pudo más el coraje local que el orden visitante. El Alavés, desvestido de la lucha que le ha propiciado un hueco entre los grandes, cedió ante un rival que le arrebató el molde.
La Unión Deportiva se encaramó al área visitante con gestos casi heroicos. Jorge defendía tanto como atacaba, aunque hubiera que hacerlo en la misma jugada. Hasta que llegó el momento en el que Orlando buscó el espacio suficiente para centrar a Josico. El manchego regaló a los aficionados un gol a cámara lenta: apareció solo en el corazón del área, despegó del césped y conectó un cabezazo que se celebraba antes de ejecutarse. Cualquier victoria imaginada no hubiera sido tan balsámica como la de anoche.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de marzo de 2002