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CARTAS AL DIRECTOR

Sí, hijo

Ayer iba detrás de un coche por el paseo de Roma cuando vi cómo un niño de unos tres años asomaba medio cuerpo por la ventanilla. Creyendo que iba detrás y que el conductor no se percataba del peligro le advertí con ráfagas y claxon. Pero observé que el niño movía sus brazos alborozado fuera del coche desde el asiento delantero, junto al ¿padre? Al llegar a su altura ante una detención del tráfico, le dije que el niño debía ir atrás y llevar la ventanilla subida, contestándome el conductor que el niño no quería. Yo le repetí las advertencias de peligro, pero él arrancó y continuó con una sonrisa.

La autoridad no está reñida con la educación. No se trata de reimplantar el malogrado 'Sí, padre' de antaño, represivo y sin comunicación, pero tampoco vale la fórmula actual 'Sí, hijo' que en muchos hogares se viene implantando para huir de los conflictos, de las crisis que toda relación humana conlleva, dejando al azar, al instinto y a los valores de una sociedad materialista la educación y la vida de nuestros hijos. Ni una cosa ni otra, sino el sentido común y sobre todo asumir las responsabilidades. En el tráfico se paga con la vida lo mal aprendido.

Se sabe que el accidente de tráfico debido a error humano (casi el 90%) tiene su origen en actitudes aprendidas mucho tiempo atrás, desde niño, por lo que es imprescindible actuar desde esa etapa para prevenirlos. Aprendemos a no tener accidentes, y si la autoridad de un padre ya sucumbe ante la decidida negativa a obedecer de un hijo de tres años, no debemos sorprendernos si con 14 años realiza caballitos sin casco en un ciclomotor o con 17 conduce el coche de su padre sin permiso a las seis de la mañana con sus colegas después de una noche de botellón.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de marzo de 2002