Unos dedos enormes que bailan con precisión quirúrgica sobre las teclas del piano de concierto. Clusters inesperados, citas de obras románticas y standards de jazz, patrones rítmicos cubanos: más de dos horas con un pianista descomunal y un improvisador colosal.
Causa asombro ver cómo resuelve la furiosa cascada de notas de un compositor ruso en un espectacular tumbao. En sus manos de gigante están la música erudita de su formación en conservatorio, el jazz de los discos que amó de joven y la tradición cubana que le ha envuelto desde niño. Así, Satin doll, de Duke Ellington, se mueve a ritmo de chachachá como si siempre hubiese estado esperando a que se lo propusieran.
Tocó La comparsa, de Lecuona, que ya compartía con su padre en la película de Trueba. De Bebo, 'mi papá y mi maestro', se le oyó decir, incluyó Con poco coco, y a los timbales se colocó un nieto del patriarca de los Valdés. También apareció la tía del muchacho con el fin de cantar algún bolero y un Drume negrita en el que abusa del grito. Chucho se suele rodear de cachorros de raza y, enseguida, el cuarteto arrancó como un fórmula con el Son montuno, del disco Bele bele en La Habana, una improvisación que concentra tanta información musical por segundo que deja sin habla. En el jazz latino hay referencias ineludibles que son Mario Bauzá, Chico O'Farrill o Machito. Chucho Valdés va camino de hacerse un hueco en esa historia.
Chucho Valdés
Chucho Valdés (piano), Lázaro Rivero (bajo), Yaroldi Abreu (congas), Ramsés Rodríguez (batería), Jasi Valdés (timbales) y Mayra Caridad Valdés (voz). Invitado: Alain Pérez (bajo y voz). La Riviera. Madrid, 15 de marzo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de marzo de 2002