Fumanchú, como usted sabe, era un chino malísimo que se pasaba toda la película poniendo trampas a sus enemigos. Éstos caían en ellas y, mientras, él se reía diabólicamente. El Ayuntamiento de Madrid es como Fumanchú, pero a lo grande. Tiene colocadas muchas trampas en distintas zonas de la capital, en forma de losetas sueltas en el pavimento de las calles.
Los ciudadanos peatonales vamos cayendo por culpa de ellas con algún resultado mortal o con lesiones más o menos graves. Me incluyo en este último grupo, pues en septiembre pasado me caí frontalmente en la acera, rompiéndome algunos huesos de la nariz, con gran hemorragia, contusiones, etcétera. Me curaron de urgencia en el sanatorio de La Milagrosa y después pasé a mi médico de cabecera, el cual me concedió la baja laboral durante 10 días.
Inicié la oportuna reclamación ante el Servicio de Patrimonio del Ayuntamiento, enviándole los partes médicos, y al cabo de un mes me contestaron diciéndome que también les enviase un plano exacto del lugar del accidente y el presupuesto de gastos por los daños causados.
Así lo hice; a los 20 días, ¿qué me contestaron? Me dijeron, sin darme ninguna explicación, que mi expediente quedaba archivado y que si quería recurrir, que recurriese. O sea, que me aburriese, pues, según me explicó una funcionaria del Ayuntamiento, 'estos recursos nunca se estiman si no está presente en ese momento un guardia, agente o alguien del Ayuntamiento que pueda certificarlo'. Por tanto, y según esta teoría, ya lo saben aquellas personas que piensen caerse en fechas próximas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 19 de marzo de 2002