Sería recomendable que los teólogos no tomaran el nombre de la ciencia en vano.
En el debate publicado en EL PAÍS el 17 de marzo sobre el celibato, el teólogo José Luis Moreno afirma, con una resuelta decisión, que para médicos y psicólogos la homosexualidad 'es una disfunción y una inmadurez de la función sexual'.
Habría que decirle a este doctor de la Iglesia que, desde hace años, la homosexualidad no es considerada ni una desviación ni un trastorno mental por ninguna asociación científica nacional o internacional (incluyendo la OMS).
La pretendida distinción entre una homosexualidad natural y otra aprendida no tiene ningún rigor y sólo la sostienen quienes pretenden infiltrar elementos ideológicos soterrados.
¿Por qué no hace este fino teólogo la misma distinción, entonces, para los heterosexuales? Lo que los científicos sociales sabemos desde hace mucho tiempo, amigo Moreno, es que en la sexualidad humana no hay nada 'natural', puesto que cualquiera de sus expresiones (incluyendo su celibato, por cierto) está entretejida por pautas y expectativas sociales y culturales. Decía Mark Twain que cuando en un reloj suenan 13 campanadas, la última pone en duda la veracidad de las 12 primeras.
La campanada de más de este atrevido teólogo hace, efectivamente, cuestionar todas sus restantes opiniones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de marzo de 2002