Mucho propósito de enmienda por parte de los jugadores de ambos equipos, pero nada de cumplir la penitencia. Ésta no era otra que resarcir a sus respectivas aficiones del plomazo al que asistieron allá por el mes de noviembre en el Sánchez Pizjuán (0-0) pero ayer, como entonces, tanto al Betis como al Sevilla les pudo más el miedo a peder que las ansias de ganar.
BETIS 0| SEVILLA 0
Betis: Prats; Filipescu, Juanito, Rivas, Luis Fernández; Joaquín (Ikpeba, m. 74), Ito, Cañas (Mingo, m. 46), Benjamín, Capi y Dani (Amato, m. 55). Sevilla: Notario; Juanmi, Prieto, Pablo Alfaro, David; Njegus, Casquero, Torrado, Olivera (Fredi, m. 90); Reyes (Víctor, m. 55) y Moisés (Toedtli, m. 81). Árbitro: Pérez Pérez, perteneciente al colegio canario. Enseñó cartulina amarilla a Dani, Cañas, Ito, Capi, Alfaro, Olivera, Notario, Juanmi y al delegado del Sevilla, Carmelo Soria. En el minuto 54 expulsó a Torrado por doble tarjeta amarilla. Más de 45.000 espectadores en el Ruiz de Lopera. De ellos, unos 2.000 aficionados sevillistas, cuya entrada en el estadio registró algunos incidentes que fueron rápidamente resueltos por el fuerte despliegue policial. Varias decenas de aficionados béticos invadieron el campo al final del partido.
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Aunque ambos equipos se mostraron más sueltos que en su primer cruce, esta desenvoltura fue más artificiosa que efectiva. Ritmo, sí, más ocasiones, también, pero todo trazado según el mismo patrón: guardar la casa con uñas y dientes y tratar de soprender al vecino.
Así se explica que en toda la primera parte, en la que Betis y Sevilla se repartieron el mando del partido, sólo se registrasen dos ocasiones de gol: el aviso de Benjamín a poco del inicio y la réplica lejana de Moisés apenas 10 minutos después. El resto, muchas reservas, muchas faltas, y orden expresa de anular al rival. Algo que se reflejó en los escasos detalles de calidad que brindaron jugadores que, en otras circunstancias y ante otro rival, seguro se hubieran multiplicado. Eso ocurrió con el flamante internacional Capi, que ayer ocupó el puesto de Denilson y pasó bastantes aprietos para mostrar el potencial que guarda.
Lo mismo le ocurrió a Joaquín, quien incapaz de superar a su marcador, el abnegado David, abusó del pase en diagonal como única vía para descargar su fútbol. También Casquero y Olivera, en el Sevilla, acusaron ese miedo escénico. A resultas de todo esto, Reyes y Dani no tuvieron apenas nada que decir. Bueno sí, varios piscinazos advertidos para el colegiado Pérez Pérez, que les recriminó por ello.
Sólo Benjamín, en el Betis, y el menudo David, por el Sevilla, mantuvieron una actitud que invitó a pensar que este derby iba a ser distinto. El primero porque estuvo en todo e incluso le hurtó a la carrera a Reyes un gol que ya se cantaba y, el segundo, porque fue la pared contra la que se estrellaron las intentonas béticas.
Visto lo visto, tras el descanso, Juande Ramos volvió al esquema que mejor le ha funcionado. Sacó a Capi de su estéril posición en la banda y le devolvió su hábitat natural; adelantó a Luis Fernández y colocó a Mingo en el lateral. El Betis ganó en frescura, pero no lo suficiente para superar al Sevilla, sólido y bien plantado como siempre.
Eso hasta que el mexicano Torrado vio la segunda tarjeta y dejó a su equipo en desventaja. Joaquín Caparrós no dudó en retirar a Reyes y reforzar su centro del campo con Víctor. También Dani pagó su escasa aportación en la primera mitad y dejó sitio a la experiencia de Amato. El Betis miraba hacia arriba y el Sevilla decididamente apostaba por asegurar, al menos, el empate. Rivas tuvo la ocasión de hacer buena la apuesta (m.55), pero la oportuna mano de Notario frustró la intentona.
El barullo continuo que se vivió sirvió al Sevilla para maquillar su desventaja. Pero no hay lío si dos no quieren. Y el Betis también quiso. E incluso dejó al Sevilla recuperar su sitio en el partido. Víctor Salas se encargó de ello.
El aluvión de faltas que se propinaron los jugadores de ambos equipos constituyó la coartada perfecta para excusar sus pocas ideas y ganas de fútbol. Ni que Notario repitiera sus erráticas salidas propició que el Betis se animase. En una de ellas, Capi, solo, estrelló el balón en el larguero. Tampoco fue efectiva la entrada de Ikpeba por Joaquín; el Sevilla, que comparecía tras tres derrotas consecutivas, se afanó por controlar al Betis y, de paso, el reparto de puntos. Y el Betis le siguió la corriente y, por no decir, no dijo ni mu.
Sin gas y con la cabeza puesta en la Semana Santa, ambos equipos firmaron la tregua. Un pacto maquillado por los alocados intentos de los instantes finales. Como el de Olivera, que con Prats en el suelo y 40 metros por delante envió fuera el balón. Al final, empate, un punto a cada casillero y a entregarse a las fiestas sin los agobios que para cualquiera de los dos conjuntos hubiera supuesto caer derrotado ante el vecino de enfrente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de marzo de 2002