George Bush y Alejandro Toledo exhibieron ayer una coincidencia absoluta en la necesidad de luchar con firmeza contra el terrorismo. "Hay que parar el terrorismo", sentenció en Lima el presidente de Estados Unidos, a lo que su homólogo peruano añadió: "En la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo somos socios no sólo por convicción, sino porque lo hemos vivido en carne propia". Es la primera visita de Bush a América Latina como presidente.
Bush no ocultó su intención de comprometer a Perú en la guerra contra la insurgencia en Colombia. "Vamos a ayudar en el esfuerzo militar de Perú para evitar la infiltración de terroristas como las FARC", aseguró. Toledo confirmó el traslado de las bases militares en la frontera con Ecuador a la frontera con Colombia y anunció una "alianza estratégica" con EE UU. "Lo que suceda a Colombia es una tarea que nos afecta y viceversa. Somos todos socios en esta lucha", dijo.
Bush llegó procedente de Monterrey a una ciudad tomada por más de 22.000 efectivos de las fuerzas de seguridad. Lima estaba vigilada por tierra, mar y aire, mientras 500 agentes del servicio secreto estadounidense protegían todos los movimientos del presidente. Dos fragatas de la Marina de guerra norteamericana, con misiles y tropas de élite, estuvieron apostadas frente a las costas del Callao. Los vuelos sobre Lima quedaron prohibidos y las Fuerzas Armadas peruanas recibieron la orden de derribar cualquier aparato que violara dicha disposición, incluidos los parapentes. El Ministerio del Interior prohibió toda manifestación y reunión en la vía pública. Los limeños no recordaban un despliegue de seguridad de tales proporciones, que se intensificó después del atentado frente a la Embajada de EE UU del miércoles, que causó nueve muertos.
Con la visita a Perú, Bush dio un espaldarazo a la institucionalidad democrática en el hemisferio, representada en el presidente Alejandro Toledo como símbolo de la recuperación democrática que puso fin al régimen autoritario y corrupto de Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos. Los otros temas tratados tuvieron que ver con la creciente implicación de la Administración estadounidense en la guerra contrainsurgente en Colombia, en el marco de la política antiterrorista de Washington, la lucha contra el narcotráfico y las relaciones comerciales con los países andinos. Bush se reunió con los mandatarios de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador.
Apoyo financiero
Oficialmente, no había una agenda concreta de la primera visita que realiza a Perú un presidente de Estados Unidos, pero funcionarios de ambos gobiernos admitieron que estas cuestiones ocuparían un lugar destacado en las conversaciones. En la lucha contra el terrorismo, en cuya categoría Bush incluye a las FARC colombianas, el jefe de la Casa Blanca promueve un importante apoyo financiero y logístico, que podría hacer extensivo a Perú, ante la amenaza de un rebrote terrorista.
En la lucha contra el narcotráfico, el presidente estadounidense está dispuesto a reforzar la ayuda a Perú, que este año es de 150 millones de dólares (165 millones de euros, más del doble que el año pasado). Está en discusión la reanudación, con apoyo de la CIA, de la intervención de vuelos sospechosos, que están suspendidos desde abril pasado, tras el derribo de una avioneta que en vez de estar ocupada por narcotraficantes transportaba a dos misioneros norteamericanos con su hija. El ministro de Exteriores peruano, Diego García Sayán, subrayó la importancia de los vuelos de interdicción ante el previsible desplazamiento aéreo de productores de droga desde Colombia, sometidos a una fuerte presión militar. En Perú, la política de sustitución de la hoja de coca por cultivos alternativos en el Alto Huallaga ha sido un fracaso. Los campesinos se quejan de recibir poco menos que limosnas por semillas que han utilizado sin resultado positivo. Ha disminuido la extensión de cultivos de coca, pero no el contrabando de cocaína.
La mayor expectativa del Gobierno Toledo por la visita de Bush es la ampliación y prórroga de la ley de Preferencias Arancelarias Andinas (ATPA), pendiente de la luz verde del Senado de EE UU, que establece un arancel cero para 6.000 productos de exportación que ingresan en el mercado estadounidense procedentes de naciones que desarrollan una política eficaz, a ojos de Washington, en la lucha contra el narcotráfico. La ley está suspendida desde diciembre.
América del Sur presenta uno de los escenarios más preocupantes de los últimos años. Bush intuyó en Lima los malos vientos que soplan en la región. Un número creciente de naciones latinoamericanas se precipita hacia un pasado que muchos creían superado. La última década pareció marcar la consolidación de la democracia que dio sepultura a las tiranías que martirizaron a los pueblos de la región. Pero el fin de las dictaduras no estuvo acompañado de una mejor distribución de la riqueza y, de nuevo, las profundas desigualdades sociales son causa de una inestabilidad creciente en todo el subcontinente.
El sangriento atentado del miércoles frente a la Embajada de EE UU en Lima fue un aviso, en vísperas de la llegada de Bush, de que se avecinan tiempos difíciles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de marzo de 2002