El sábado día 16 intentamos manifestarnos pacíficamente por las calles de Barcelona para pedir una Europa más justa. Y casi lo conseguimos. Lástima que al final la incompetencia de unos hombres vestidos de azul nos lo impidiera. A la provocación de medio centenar de individuos respondieron con cargas indiscriminadas contra centenares de ciudadanos que no teníamos más voluntad que intentar que nuestra voz rompiera las paredes del búnker del poder. Nos tocó correr, con mucho miedo, delante de quienes se suponía que nos tenían que proteger. Nos hicieron callar a golpe de porra, nos ahogaron en gases, respondieron a nuestras consignas con pelotas de goma. Hubo detenciones arbitrarias y heridos, y el resultado podría haber sido mucho peor si el servicio de orden de los organizadores de la manifestación no les hubiera dado a los hombres de Harrelson de la señora García-Valdecasas una verdadera lección de cómo se hacen las cosas. Superado el pánico, pero con la impotencia de haber visto nuestros derechos ultrajados ante la indiferencia de los medios de comunicación y, por supuesto, de las autoridades, una pregunta: ¿no lo podían hacer mejor o es que lo hicieron a la perfección?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 24 de marzo de 2002