Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crítica:ÓPERA

Un bonito regalo de cumpleaños

Xavier Montsalvatge ha cumplido este mes 90 años. Le han llovido, al menos, dos regalos de cumpleaños institucionales muy oportunos y significativos. Hace unos días, justamente el mismo de la fecha de nacimiento, se presentó en Barcelona el disco de su ópera Una voce in off, con la orquesta del Liceo dirigida por Ros Marbá. Ayer se representó en el Teatro Real de Madrid otra de sus óperas, Babel 46, con una producción que me apresuro a calificar de ejemplar. Se reivindica, pues, este mes la faceta operística del gran compositor catalán. Está muy bien que así sea. No en vano Montsalvatge consideraba que "crear una ópera significa para el compositor la prueba suprema que puede planteársele, puesto que el hecho musical debe responder estrechamente a una realidad literaria, sociológica, dramática o histórica, que justifique el perfil lírico de cada compás de la partitura".

Todo ello se vive hasta el último suspiro en Babel 46, una curiosa obra ambientada en un campo de prisioneros, con la confusión que trae consigo el despliegue de lenguas, y con los problemas eternos de realidad y ficción, en un marco sin libertades. En la ópera destaca el extraordinario sentido melódico del compositor, y su capacidad de integrar las tendencias más comunicativas del teatro lírico del siglo XX, sin que éstas lleguen a devaluar lo más mínimo su propia personalidad musical. Obra de personajes, colectiva, gozó ayer de un reparto idóneo y equilibrado, en el que, en todo caso, sobresale la soprano Ana Ibarra, pero en el que todos los cantantes-actores están en su sitio.

Antoni Ros Marbá sacó un rendimiento extraordinario de la Sinfónica de Madrid. Transmite un sutil sentido de la musicalidad y denota un profundo conocimiento de la partitura. La orquesta responde admirablemente sección por sección, para desentrañar el espíritu de esta obra singular.

Para que no falte nada, el veterano Jorge Lavelli da una lección de lo que es una dirección de escena operística. Sabe contar, distribuir espacialmente los personajes y dar con un pequeño "giro de muñeca" una variedad al decorado único: la ropa tendida, los farolillos de fiesta, el cielo de fondo, la movilidad de la bicicleta, el perfil cómico pero no caricaturesco que otorga a las señoritas de Ciudad Real. Hay mucho conocimiento teatral en esta manera de afrontar la ópera, mucho humanismo. Un gran trabajo.

De la sobriedad de Babel 46 a esa joyita que es El niño y los sortilegios, de Maurice Ravel, hay un abismo de contraste. Y en ese contraste está precisamente uno de los grandes aciertos de este programa doble. De nuevo todo funcionó, aunque quizá sin ese punto de depuración de la primera parte. Antoni Ros Marbá y Jorge Lavelli volvieron a estar colosales. El reparto vocal se movió a un buen nivel. Ravel es mucho Ravel para la Orquesta Sinfónica de Madrid, que brindó, en cualquier caso, una prestación de mucho mérito. Los coros cumplieron. La fantasía del despliegue escénico invitaba a la sonrisa. Y con ella se retiró el público a sus domicilios. Un gran éxito.

No estuvo Xavier Montsalvatge en la sala para compartirlo, seguramente por razones de edad o de salud. Fue una lástima. El espectáculo de ayer hace justicia a su enorme talento de compositor.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 26 de marzo de 2002