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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Congresistas y senadores exigen a Bush un papel valiente en el conflicto

Rumsfeld acusa a Irán, Irak y Siria de promover los atentados suicidas

Varios congresistas y senadores han pedido al presidente de EE UU, George W. Bush, que adopte un papel más activo en el conflicto de Oriente Próximo. Algunos aconsejan ya el envío inmediato a la región del secretario de Estado, Colin Powell. La actitud pasiva de Bush contrasta con la agresividad y la resolución que caracterizan su política antiterrorista. Incluso senadores republicanos lamentan la falta de interés por la zona.

La ambivalencia de Bush es clara hasta en la retórica de sus palabras: tanto el sábado como ayer mostró su apoyo a Ariel Sharon, pero no a sus tácticas. Al mismo tiempo, Bush forzó un voto afirmativo de EE UU a la resolución aprobada en la ONU que pedía la retirada israelí de Ramala. Y ha repetido en varias ocasiones -también ayer- que Sharon tiene derecho a defenderse, "pero debe dejar abierto un sendero hacia la paz". Para el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat, el mismo mensaje de los últimos días con una formulación diferente: "Los atentados suicidas en nombre de la religión son simplemente terrorismo. Me gustaría ver cómo Arafat lo denuncia como tal".

Menos ambiguo se mostró el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien acusó ayer directamente a Siria, Irán e Irak de promover "una cultura del atentado suicida" entre los jóvenes musulmanes. Rumsfeld señaló que Irak ofrece miles de dólares a las familias "que estén dispuestas a mandar a sus hijos a hacer volar un restaurante en Tel Aviv o Jerusalén". El secretario de Defensa de EE UU manifestó además que no le cabe "ninguna duda" de que Irán y Siria están implicados en el envío de armas a la Autoridad Palestina.

Estatura diplomática

El senador demócrata Joseph Lieberman ha solicitado "una actitud más valiente" a Bush: "Creo que es hora de que el presidente envíe a la zona al secretario de Estado, Colin Powell, que tiene una gran estatura diplomática en el mundo". La sugerencia deja en mal lugar al enviado de EE UU, Anthony Zinni, cuya presencia en Oriente Próximo constituye la única aportación clara de Washington al proceso de mediación. De paso, Liebermann, leal defensor de Israel, se quejó del apoyo de EE UU a la resolución de la ONU y lo calificó de "poco consistente" con la política oficial. En la lógica de Bush, acostumbrado a dividir entre buenos y malos, los ataques suicidas de los últimos días deberían colocar a Arafat en la misma escala que los miembros de Al Qaeda. Sin embargo, a Bush le hace falta el apoyo de los países del mundo árabe para consolidar su política en la zona a largo plazo y con vistas sobre todo a posibles acciones militares contra Irak, uno de los tres Estados incluidos en el llamado eje del mal, junto a Irán y Corea del Norte.

Un periodista preguntó ayer a Bush por qué no incluye a Arafat en su lista de "malvados". Bush respondió: "Porque Arafat se ha comprometido con el proceso de paz". Aun así, a nadie se le escapa la desconfianza y la suspicacia con la que Bush contempla al líder palestino.

El domingo, a pesar del empeoramiento belicoso de la situación, Bush se mantuvo recluido en su rancho de Crawford y no hizo ninguna consulta con líderes internacionales ni con su Consejo de Seguridad Nacional. Para quienes critican esta posición de segunda fila, Bush dijo ayer: "Está claro que no me vieron cómo estuve al teléfono toda la mañana del sábado". El presidente, en un contacto breve con la oficina de prensa en la Casa Blanca, defendió ayer su política y negó que sea pasiva: "Tenemos allí a Zinni, y también impulsamos un plan de paz y de seguridad".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de abril de 2002