Sabíamos del interés que lo español suele despertar en el cine australiano por esporádicas apariciones de temas o personajes hispanos en películas como Love is in the air, de Buz Luhrman, o Braindead, de Peter Jackson, pero nada hacía prever que hasta aquí nos llegara una película protagonizada por tres actores españoles, hablada en buena parte en castellano -los otros idiomas del exótico cóctel son el italiano y, subsidiariamente, el inglés- y enteramente centrada en peripecias de inmigrantes.
De todo eso hay en esta La spagnola, que nace de una peripecia autobiográfica de la productora y guionista Anna Maria Monticelli, hija de española, nacida en Tánger y radicada en las antípodas.
LA SPAGNOLA
Director: Steve Jacobs. Intérpretes: Lola Marceli, Alice Ansara, Lourdes Bartolomé, Alex Dimitriades, Simón Palomares. Género: comedia dramática, Australia, 2001. Duración: 90 minutos.
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Una peripecia siempre vista desde los ojos de una niña australiana, hija de volcánicos padres españoles en trance de divorcio, una previsible sosías de la señora Monticelli y ambientada en los suburbios industriales de una ciudad austral de 1960.
De tan curiosa mezcla cultural y geográfica -a la que hay que añadir al mismísimo director, Steve Jacobs, actor y realizador televisivo que hace aquí su debú en el cine comercial- nace un filme que, a pesar de haberlo ganado casi todo en su país de origen, se presenta como irregular, chocante y posmoderno, un cajón de sastre en el que hay de todo.
Tópicos apolillados
Predominan en él, por desgracia, tópicos apolillados -la fogosidad femenina hispana es algo así como el motor que lo alimenta-, pero también hay originales aciertos de puesta en escena, un ritmo entrecortado y personal, que mezcla con efectividad drama, crítica costumbrista -los australianos no salen precisamente bien parados, por cierto- y comedia un tanto destemplada, y una anécdota que, a pesar de que la historia parece tocar muchas teclas -celos múltiples, enfrentamiento madre/hija, solidaridad entre inmigrados, un complejo edípico más que obvio-, se queda en la superficie de casi todo.
Esta película gustará, no obstante, a amantes de curiosidades y a interesados en posmodernidades varias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de abril de 2002