Tengo una hija religiosa de clausura y alguna vez, ella o alguna de las demás monjas, tienen que salir al médico. Su convento está situado en el centro, y en sus salidas, con frecuencia, tienen que soportar burlas y palabras inconvenientes por parte de los punkis, o lo que sean, que están por allí, pero la última vez pasaron a la acción: nos acorralaron, tiraron del velo de mi hija rompiéndolo, y no pasó más gracias a un señor que salió en nuestra ayuda. Siempre se habla de libertad y de que afortunadamente ya tenemos libertad; y yo me pregunto: libertad, ¿para quién?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de abril de 2002