Los jóvenes, seamos sinceros, flotan en una sociedad dominada por el vacío de ideales y valores. Y no se les puede tapar la boca dándoles coches, motocicletas y dinero, quieren algo más humanizante: el acogimiento afectivo, las razones humanas y la participación y no el silencio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 6 de abril de 2002