El genio, el variable e imprevisible genio de Fernando Morientes, ese ariete sensible que luce el nueve del Madrid, volvió a protagonizar una pequeña escena en el Bernabéu. Una escena de muecas, empujones y gestos de soberbia. Morientes anotó su gol número noventa y nueve en Liga, pero no quiso compartirlo con nadie. El delantero vio el balón junto a la red y corrió en solitario fintando las manos tendidas de sus compañeros, repelió con un empujón un intento de abrazo de Roberto Carlos y puso cara de rabia contenida. El delantero prefirió disfrutar de su tanto, el segundo del Madrid, él solito, sin nadie. Morientes, interpretando una sofisticada secuencia de autoafirmación y negándose a compartir la alegría con sus compañeros, recordó que es el máximo goleador del equipo y que el nueve blanco es todavía de su propiedad a persar de la amenazante irrupción del canterano Portillo y el recurso de Guti. El malhumorado delantero también estuvo a punto de redondear su cifra de goles en el campeonato y elevarla a los cien. Morientes se quedó completamente solo ante Etxeberría, el meta del Rayo, le dribló y a puerta vacía sin ningún enemigo a la vista mandó el balón al poste. El ariete, vencido, se quedó sentado en el césped del área, tirando con rabia de su camiseta. Al levantarse vio su nombre en el panel luminoso que anuncia los cambios, escuchó una ovación del público y se marchó raudo sin detenerse ni un segundo en el banquillo. Un banco del que poco después, cuando faltaban doce minutos para el final del encuentro, saltó Luis Figo, que sustituyó a Zidane. Al extremo no se le notaron las molestias que aún arrastra en el tobillo y las posibilidades de que juegue los noventa minutos el próximo miércoles en Liga de Campeones contra el Bayern de Múnich crecieron al ritmo con el que el portugués se movía por el césped del Bernabéu. Figo regresó con el cálido aplauso de la grada y volvió a jugar después de un mes lesionado. Y marcó. De penalti, pero marcó. Figo, que no jugó pegado a la banda sino como segundo punta junto a Guti y por detrás de Raúl sí celebró su tanto al modo convencional: en compañía.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de abril de 2002