La lengua siempre la tuvo viperina, y una dieta de pollo hervido conservó en su lugar la cintura de María Félix, La Doña, velada ayer en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana por una muchedumbre que la glorificó hasta la hipérbole. "¡Maríaaa, Maríaaa!". Violines, políticos, intelectuales y pueblo despidieron a una mujer que, según el Nobel Octavio Paz, nació dos veces: cuando fue parida y cuando se inventó a sí misma. Magnánimo, el presidente, Vicente Fox, le atribuyó un activismo por la democracia que asombró a quienes, de verdad, lucharon por ella. "Lo digo desde mi propio corazón. Fue una de las impulsoras del cambio democrático en el país", dijo Fox.
"¡Buitres! ¡Sí, buitres!". De negro y amargados, perdidos en una de las multitudes que rindieron honores, Benjamín y Carlos Félix, sobrinos del mito, se dolían por haber sido relegados de la guardia de honor del féretro. "Nosotros no venimos por herencias. ¡Buitres, que ni siquiera saben dónde vivía María en París", escuchó un periodista del diario Milenio. La actriz falleció el lunes en su domicilio de Ciudad de México y deja cinco hermanos. Tuvo 11. Su único hijo, el gran amor de su vida, el único de verdad, murió hace seis años. Inevitable, comenzó la disputa por sus cuantiosos bienes.
María fue el hechicero rostro del cine latinoamericano, y alimentó su propia leyenda con el distanciamiento, el desdén, la provocación y las frases lapidarias. "Era energía, pasión, polémica y astucia", glosó el actor Pedro Armendáriz. La avasalladora mexicana hizo las cosas "por sus purititos calzones", sin importarle la opinión ajena, y resultó más personaje que actriz. Impulsó la democracia a su manera, acertando en la enumeración de los males nacionales y cantando verdades al lucero del alba. "Mi pueblo sufre porque le han quitado la fe. No se siente gobernado", declaró en 1996, durante la presidencia de Ernesto Zedillo. "Lo que me da coraje es que nuestro presidente [Vicente Fox] se esté poniendo de rodillas ante ese payaso [el subcomandante Marcos], que no es nadie", remató el año pasado, cuando el Gobierno intentó una solución negociada del conflicto de Chiapas.
La diva fue vulnerable, durante el vértigo de sus años mozos, a las festivas convocatorias de dictadores o demócratas farsantes, y en la madurez, entre viaje y viaje a París, instaba a políticos y presidentes a calzarse los pantalones para sacar a México de la pobreza y la corrupción. Hija de una madre que quiso ser monja, La Doña imputó a la Iglesia católica muchos de los males terrenales. Al Papa le pidió organizar una subasta en el Vaticano. "Está todo el día predicando el paraíso. ¿Qué le cuesta al Papa regalarnos el paraíso? Nada. Debería vender las joyas del Vaticano, que son muchas, y hacer escuelas con todo eso y ayudar a los pobres".
Tenía el corazón y el temple de un hombre, escribieron quienes diferencian las emociones del músculo cardiaco en función del género. "Fue pésima actriz", agregó el escritor José de la Colina, coautor de Luis Buñuel: prohibido asomarse al interior. "Tenía una personalidad profundamente antipática (...) y tan guapa como podría ser un bonito sillón de peluquería, ésos son los estímulos que me provocaba". Arrebatado en sentido contrario, urgido por apetencias de entrepierna, el rey Faruk le ofreció tesoros de faraón, y gente menos pudiente le hubiera entregado su vida por un beso. La prensa mexicana informaba ayer, profusamente, sobre las ruinas matrimoniales causadas por el magnetismo de la bella.
Miles de compatriotas la adoraron durante el duelo del Palacio de Bellas Artes y en el recorrido del cortejo hasta su sepultura en el Panteón Francés. "¡Viva María Bonita!", le gritaban al paso. Compositor de la melodía que calificó su singular hermosura, y uno de sus cuatro esposos, Agustín Lara la persiguió a tiros desquiciado por los celos, aseguran personas que se dicen testigos. "No puede ser, mi Doña está muerta". La actriz Lucía Méndez lamentaba la muerte de la "más grande estrella" de México, y la hagiografía póstuma derrochó alabanzas hacia quien protagonizó 47 películas, se codeó con la flor y nata del pensamiento europeo y alcanzó la notoriedad del genial Mario Moreno Cantinflas.
María Félix murió el mismo día en que cumplía 88 años, su último acto de vanidad, observaron alguno de sus críticos. Al final de cuentas, cuando se disipen los vapores de la leyenda, apostó el actor Tito Vaconcelos, "veremos que no hizo demasiado por su país. Sí llevó el nombre de México en forma muy glamourosa, pero en resumidas cuentas por México no hizo mayor cosa. Creo que toda su fortuna se quedó en París, con los caballos, con las joyas de Cartier".
Críticas
La columnista y escritora Guadalupe Loaeza fue implacable: "No fue una buena mexicana, ni una buena ciudadana, ni una buena persona", escribió: "Nunca de los nuncas la escuchamos mortificada por los problemas de México". (...) Estaba demasiado ocupada acumulando anillos y collares en forma de serpiente. Y estaba demasiado ocupada reteniendo las lágrimas para que nadie la viera llorando".
Probablemente convenga remitirse a las memorias de la difunta para encontrar la equidistancia entre la adhesión incondicional y la tajante negación de cualquier virtud. "Durante mi vida he sido acusada del secuestro de mi propio hijo, del asesinato de mi secretaria, del robo del collar que se me dio como regalo de bodas", escribió en Todas mis guerras, su biografía. "También de haberme casado con un hombre sólo por su dinero, de ser amante de otro con miras publicitarias, de lesbianismo y hasta de ser adicta a las drogas. No pretendo ser un ángel porque para eso se necesita aureola, pero tampoco soy el diablo en forma de mujer".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de abril de 2002