Quizá, como insinúan los maledicentes, el señor Powell ha retrasado tanto su visita al polvorín de Oriente Próximo para permitir que, en el ínterin, Sharon se zampe (y goza de una gula considerable) todo lo que pueda de Palestina, incluidos sus habitantes. Es una teoría plausible. Pero a lo mejor ocurre que el señor Powell está dando largas porque tiene que meditar las espinosas cuestiones que debería plantearle al primer ministro de Israel. Que son éstas:
¿No es terrorismo utilizar escudos humanos, en su mayoría ancianos, para entrar a sangre y fuego en los campos de refugiados? ¿No es terrorismo prohibir la provisión de servicios médicos, paralizar el sistema sanitario y obstaculizar el funcionamiento de las ambulancias, con el objetivo de aumentar el número de víctimas mortales, dejando que los heridos se desangren hasta morir? ¿No es terrorismo impedir la asistencia médica a mujeres embarazadas, pacientes de diálisis y enfermos de cáncer?
¿No es terrorismo destruir los servicios de suministro de agua, electricidad, alcantarillado y redes telefónicas en todas las ciudades atacadas por el Ejército israelí? ¿No es terrorismo interrumpir el servicio de recogida de basuras y de cadáveres y condenar a la población a las consecuencias de la insalubridad? ¿No es terrorismo disparar (los militares y los colonos) contra los palestinos que, desesperados y sedientos, salen a buscar agua en los pozos?
¿No es terrorismo destrozar infraestructuras palestinas que le costaron 19 millones de euros a la Unión Europea? ¿No es terrorismo el secuestro de Yasir Arafat? ¿No es terrorismo mantener a los cientos o miles de prisioneros en condiciones humanamente inaceptables y en campos de concentración?
¿Es propio de un Gobierno democrático establecer la censura periodística, cargar contra los periodistas, expulsar a los periodistas y distribuir a las emisoras de televisión cintas de vídeo grabadas por los propios soldados israelíes?
Aunque me temo que estas preguntas no están en la agenda del señor Powell. Si tarda tanto en ir a Israel es porque no sabe cómo pedirle a Sharon que, ya que no quiere ponerse a dieta, al menos no haga tanto ruido al masticar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de abril de 2002