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Tribuna:DEBATE

Degradación del suelo agrícola

Los efectos que la contaminación del río Segura puede producir en las personas está generando una controversia difícilmente salvable a corto plazo. Hay informes científicos tan contundentes como contradictorios, dos investigaciones judiciales -una en Orihuela y otra en Murcia- en marcha, intereses partidistas que exageran o minimizan el problema, hartazgo ciudadano y, sobre todo, un pronunciado desequilibrio ambiental que merma calidad de vida a los habitantes de los pueblos y ciudades ribereñas. En esto, al menos, sí coinciden todos. La Administración sostiene que pone toda la carne en el asador para devolver la vida al río, la oposición no lo cree así y los ciudadanos se muestran recelosos.

Al inicio de la década de los ochenta, se produjo una expansión industrial que no fue acompañada de una adecuada red de saneamientos, lo que originó un incremento importante de vertidos a los cauces de ríos y acequias. La Comisaría de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Segura, utiliza 40 parámetros para elaborar su Indice de Calidad General (ICG). Esta escala va de 0 a 100 y en ella es interpretada como Calidad Deficiente los índices entre 65 y 50, por considerar que comprometen gravemente la mayor parte de los usos posibles. Así mismo, un ICG menor de 50 (Calidad Mala) implica prácticamente la imposibilidad de utilizar el agua para ningún uso. Estos rangos de valores se dan en el río Guadalentín, a partir de Lorca y en el Segura a partir de Murcia, empeorando la situación al unirse ambos.

Así en la Vega Baja, en 1991, los ICG obtenidos mensualmente en Orihuela, Benejúzar y Rojales variaban entre 69-31, 54-37 y 55-37, respectivamente. Una década después, los últimos datos del Instituto Valenciano de Estadística mostraban para estos mismo municipios los rangos de 42-32, 37-34 y 65-37. En los últimos años, se han acometido las construcciones de las estaciones de depuración de aguas residuales de los municipios situados entre Ojós y Murcia, la de la capital autonómica, la de Lorca y en Alicante las de los municipios de la margen izquierda. Sin embargo, los procesos de depuración no están completados y los habitantes no observan cambios apreciables.

El uso de estas aguas para el riego está produciendo una degradación de los suelos de la huerta tradicional y pérdidas crónicas de cosechas a causa de la salinización. Por otra parte, la capa de lodo que aparece sobre los suelos tras el riego, tiene una docena de efectos perjudiciales para su fertilidad. Sin valorar otros perjuicios de la contaminación de las aguas, lo prolongado en el tiempo de esta situación lleva a que aun cuando la calidad de las aguas mejore, se necesitará un largo periodo para la recuperación de los suelos.

Manuel Nieves Ruiz es Catedrático de Química Agrícola

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de abril de 2002