Ella no se puso ni bragas, para facilitar las cosas y no concederle tregua al pudor, la noche en que aceptó la propuesta de su marido: probarlo todo con un joven extraño, con quien hasta entonces sólo habían mantenido relaciones comerciales, y pasar unas horas de lujuria sin guía, en un reservado de El ergástulo, con potro, azotes de cuero verde y ligaduras de seda joyante, a la luz de cientos de velas de palma y aceites embriagadores. ¿Y si no me apetece hacerlo?, dijo ella. Eso es cosa tuya. Y ¿si me apetece hacerlo con ambos? También es cosa tuya. Pero, ¿lo hago simultáneamente o uno después de otro? Según tus fantasías. Personalmente, comentó la joven esposa, me interesan más las historias de Leopold von Sacher-Masoch que las del marqués de Sade, ¿no, querido? Mujer, Justine no se lo pasó nada mal. Pero Wanda disfrutó más: el poder le despertó instintos peligrosos y los instintos peligrosos perpetúan el poder. El joven extraño resultó seductor y voraz: después de terminar con las ostras, la emprendió con los pechos que le ofrecía voluptuosamente la joven. El esposo quiso intervenir, pero el extraño y su propia mujer se opusieron. Estoy harta de cohabitar contigo, exclamó ella. Además, son tus reglas. Entonces, el esposo, abatido y mosqueado, se fue a su casa, hizo las maletas y se largó para siempre jamás.
En ese mismo momento, el premier dejó la política: también la cohabitación lo había carbonizado. Quiso compartir el centro con la presidencia, pero el centro no era la moderación, sino la confusión, la ambigüedad y un ilusorio programa unisex. El personal andaba hastiado de aquella cama redonda, donde no se distinguía una postura de otra. Fue entonces, cuando se presentó el extraño: 'Vamos a por ellos', vociferó. Y apenas tuvo que hacer nada: le habían preparado el festín, el decorado y la carne. De entrada, se cargó al premier y cambio de pareja. Y aunque posiblemente lo vencieran, tendrían que hacerlo contra natura. No eran más que unos panolis, con los principios y los propósitos liados. So negratas, escupió.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de abril de 2002