Hogares monoparentales, parejas que de hecho no lo son, homosexuales con una relación estable... El modelo de familia que ha imperado durante años (papá trabajando y mamá en casa) se ha convertido en un supuesto más de los posibles, y querer un hijo ya no responde tan sólo a quemar otra fase del ciclo biológico humano, sino que es cada vez más un acto de voluntad de un individuo independientemente de su situación afectiva.
A los psicólogos infantiles se les llena la boca con la necesidad de figuras paternas y maternas para el óptimo desarrollo de los infantes, cuando lo habitual es que permanezcan separados a lo largo del día, unos cumpliendo unas 40 horas extensibles como la goma de mascar y los otros recluidos en actividades extraescolares que los distraen y agotan. Una de las soluciones podría ser subvencionar la aparición de guarderías en las empresas regentadas por funcionarios de la educación preescolar, dispuestos a asumir la movilidad según la natalidad imperante en las diferentes empresas. Así se conseguiría recortar drásticamente la separación temporal y física entre los hijos y sus responsables directos. El bienestar de estos padres sería el mejor anuncio para fomentar la natalidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de abril de 2002