La breve aparición de Le Pen en el Parlamento Europeo le dio el protagonismo que buscaba, pero también se fue de Bruselas con la propina de poder presentarse ante los suyos como una víctima de la intransigencia de algún representante de esa Unión Europea que él rechaza. De paso, también se llevó los 250 euros que por cada sesión a la que asisten reciben los eurodiputados, salario y prebendas aparte.
Pero el altavoz de la Eurocámara se le puede acabar. Elegido eurodiputado en 1999, Le Pen fue expulsado en mayo de 2000, cuando el Parlamento aceptó y asumió la decisión del Gobierno francés de retirarle el acta de eurodiputado tras ser condenado en 1998 por agredir físicamente a la candidata socialista Annette Peulvast-Bergeal. Por un problema de procedimiento, el Tribunal de la UE forzó su readmisión en la Cámara en enero del año pasado, pero precisamente hoy tenía que verse la causa en esa instancia. A petición francesa, la vista ha quedado pospuesta hasta junio. Le Pen está integrado en el Grupo Técnico de Diputados Independientes (TDI), compuesto por 18 representantes, entre ellos el xenófobo italiano Umberto Bossi.
El ultraderechista francés ha acudido en esta legislatura al 72% de las sesiones plenarias de la Eurocámara, un porcentaje muy superior a la media. 'Pero jamás ha contribuido con nada a los trabajos de la Cámara', denunciaba ayer Pervenche Berès, jefa de filas de los socialistas franceses. Ciertamente, hasta ayer había pasado prácticamente inadvertido. Tras el terremoto electoral del domingo, todo es diferente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de abril de 2002