El 30 de abril habría cumplido 15 años en prisión, la mitad de su vida. Patrick Dils fue declarado ayer inocente del asesinato de dos niños por un jurado de 12 personas, en la tercera y última revisión de su caso ante un tribunal de Lyón. Tres horas y media de deliberaciones sirvieron para descartarle como culpable del asesinato de dos niños de ocho años, Alexandre Beckrich y Cyril Beining, que fueron lapidados junto a una vía férrea en Montigny-lès-Metz, una localidad de Lorena, al este de Francia.
Patrick Dils se echó a llorar al conocer el veredicto, y su padre se desmayó en la sala de audiencia
Era el 28 de septiembre de 1986. Al caer la tarde, el adolescente regresó a su casa. Su comportamiento no cambió en absoluto durante las horas y los meses siguientes, según reiteran sus padres, al principio ajenos a la angustia que vivían sus vecinos, los padres de Alexandre y la madre de Cyril, que salieron a buscar a sus hijos llamándoles a gritos, extrañados por su ausencia.
Meses más tarde, la policía detuvo a Patrick Dils y obtuvo una confesión de culpabilidad de este último. Al espantoso asesinato siguió así la brillante investigación: caso cerrado. Cuando el detenido intentó retractarse, una vez en prisión, la juez que llevaba el sumario y los abogados de las familias de las víctimas lo interpretaron simplemente como la reacción que cabía esperar de un muchacho abrumado por la situación.
El futuro de un presunto condenado depende en gran parte de un buen abogado. La familia Dils lo encontró. Recurso tras recurso, comenzó a desmontar la tesis del "caso cerrado", aportando indicios de que un asesino en serie, Francis Heaulme, se encontraba cerca del lugar del crimen el día de los hechos. Este último, de 43 años, condenado seis veces por distintos crímenes, ha testificado en el proceso de Lyón; reconoce su presencia en la localidad donde habían muerto los dos niños el día de autos, incluso confiesa haberlos visto; pero niega haberlos matado. Una investigación de la Gendarmería, efectuada ante las numerosas concordancias entre este crimen y otros que se le atribuyen, le señala ahora como el principal sospechoso.
Patrick Dils no ha intentado explicar lo que pudo haber ocurrido en las horas que siguieron a la detención y el porqué de su confesión inicial. "Soy inocente, jamás me he cobrado la vida de sus hijos", les dijo a las familias de las dos víctimas.
Patrick Dils es "un adolescente tímido, que creció en un medio protestante un poco rígido", un muchacho "solitario, introvertido", según Josette Volpillière, una de las psiquiatras que le examinaron. ¿Fue una confesión inducida? El misterio no se ha aclarado. El abogado del Estado (equivalente al fiscal en España) concluyó que todo era tan dudoso que prefirió no pedir pena alguna, aunque tampoco la absolución, enérgicamente reclamada por la defensa del acusado.
Además del drama de un muchacho de 31 años que recupera la libertad tras 15 años entre rejas, todas las familias, las de las víctimas y las del acusado, han tenido que revivir la pesadilla completa. Por el proceso de revisión ha desfilado el primer juicio, celebrado en 1989 en la ciudad de Metz, en el que la petición de una dura condena de cárcel se acompañó de referencias a la reciente abolición de la pena de muerte en Francia, y la minuciosa reconstrucción de cuanto ocurrió y de cuanto se ha actuado en este asunto. Lo han revivido, en fin, las familias de las dos víctimas, que al principio no concebían que su vecino, el adolescente Patrick Dils, pudiera ser el autor del crimen.
Patrick Dils se echó ayer a llorar al conocer el veredicto, y su padre se desmayó en la sala de audiencia. La madre de Patrick Dils asegura que siempre había creído en la inocencia del hijo y en que se habría suicidado de haber llegado a la convicción de que había engendrado un monstruo. Las familias de las víctimas abandonaron ayer la sala de audiencia sin decir nada: "Ha sido una decisión políticamente correcta", comentó su abogada. Quizá, pero esto ocurre en un país que acaba de hacer de "la ley y el orden" su caballo de batalla para los próximos años, al compás de los acontecimientos electorales: en este preciso momento se reconoce uno de los más graves errores judiciales cometidos en la historia de Francia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de abril de 2002