Los psicoanalistas andan muy liados en Brasil, donde, de repente, a los hombres, sobre todo famosos, les ha dado por llorar sin pudor y en público, empezando por el duro y soberbio futbolista Romario. Pero lloran también los políticos, senadores, ministros y hasta importantes gobernadores como Anthony Garotinho, del Estado de Río de Janeiro. Lloran hasta los grandes músicos, como el israelí Yeruham Scharovsky, director de la Orquesta Sinfónica de Brasilia, quien, contagiado, también suelta sus lágrimas. Los psicoanalistas están divididos. Luis Alberto Py piensa más bien que los hombres públicos han aprendido de las mujeres que 'llorar conmueve' y que puede acarrear ventajas, aunque añade que es difícil 'que alguien se enternezca con las lágrimas de un político'. Otros, como Janete Bandarovsky, creen que el valor escénico del llanto es muy importante para movilizar al público y piensa que 'la sociedad está dando también a los hombres el derecho de llorar'. Algunas mujeres han comentado con ironía que ya no se podrá decir que los hombres carecen de sentimientos, aunque temen que quieran también robar a la mujer una de sus armas ancestrales: las lágrimas. Y eso, para ellas, sería un nuevo tipo de machismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de abril de 2002