Mi carta quisiera dirigirla a los regidores de esta ciudad llamada Fuenlabrada y recordarles que hace un año tuvo lugar un suceso que nos estremeció a todos: la muerte de un niño desangrado, y quiero recordarlo porque si nos fijamos, no ha servido ese gran aviso para nada, pues un año después no se han tomado medidas reales. Existen el mismo número de ambulancias que estaban hace un año, se han hecho las transferencias a la Comunidad y sigue todo igual, seguimos como mirando para otro lado, no importándonos que esta ciudad sea deficitaria de un servicio de urgencia eficaz.
Yo no sé quién tiene la culpa, me imagino que todos, porque si se les paga para que solucionen problemas y no lo hacen, lo normal en una empresa es que te echen; en política me imagino que esto lo premiarán, al no hacer nada lo llaman prudencia. No me gusta recordar por recordar, pero en algún momento alguien debe hacer algo porque puede volver a suceder, y las manifestaciones y los lamentos no sirven de nada. En qué cabeza cabe que una de las ciudades más industrializadas de Europa, con una gran población, no posea un servicio controlado por la ciudad y para la ciudad. A muchos, si se nos pregunta si pagaríamos una tasa por este servicio, diríamos que sí, pues ahora pagamos impuestos y no sabemos a dónde va el dinero. El recuerdo, si sirve para que las cosas cambien, es bueno; todavía estamos a tiempo, eso creo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de abril de 2002