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OPINIÓN DEL LECTOR

El patio del colegio

El colegio concertado Gibraljaire de Málaga tiene como patio de recreo, para los niños y niñas desde cuarto de primaria, un campo de fútbol cuyas paredes se caen literalmente a pedazos. Las lluvias han hecho ceder los ya desvencijados muros dejando libre el acceso al patio a cualquier hora del día o de la noche. En el recreo los niños corren junto a bloques de cemento destrozados y sólo una débil estructura de hierro protege sus juegos en alguno de los rincones, en otros, ni eso. Además de los escombros, los niños tienen otro compañero de juegos: Comparten el patio con un señor, del todo ajeno a la actividad escolar, que vive allí en su caseta desde hace décadas, sin que nadie parezca tener autoridad suficiente para hacer que se vaya. Rumores, ciertos o no, de que vende bebidas alcohólicas los fines de semana en el interior del patio, no hacen sino agravar la triste situación de este centro y aumentar la desesperación de padres y madres. Pero esto no parece importarle a nadie. Ninguna autoridad se hace responsable. Aquellos que se agolpan para salir en la foto cuando se trata de apuntarse un tanto, miran hacia otro lado en cuanto se les mencionan palabras como responsabilidad, presupuesto, gasto. Seguramente la administración autonómica, o local, incluso la dirección del propio centro podrán dar miles de razones, aducir antiguos compromisos, viejos acuerdos, para dejar claro que no es competencia suya. Y los padres y madres de estos chavales continuaremos viéndolos atravesar la puerta del colegio día tras día sin que nadie garantice su seguridad, confiando en que no haya que esperar que ocurra un desafortunado accidente para despertar las conciencias de estos señores.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de abril de 2002