Tengo 21 años, soy estudiante y de izquierdas.
Estas tres premisas sobre mi persona creo que conllevan no
entender muchas cosas que suceden en mi país y en el mundo.
Estoy perplejo ante la noticia del avance de la extrema derecha en Francia, como ya lo hizo en Italia y en Alemania; no entiendo hacia dónde va el mundo.
Siempre he creído que este mi país es de derechas, aunque algunos se hayan inventado eso del centro, y observaba con sana envidia esa Francia que parecía siempre joven, socialista, revolucionaria y de izquierdas, e incluso, en ocasiones, con un toque rojo que no veía con desagrado.
Pero hoy mi sana envidia se convierte en vergüenza, vivo en un país de derechas y admiraba a un país que, según los últimos datos, tiene un 17% de fascis-tas en su población; no lo entiendo.
Francia se encuentra en la paradoja de que la izquierda tenga que votar a la derecha para que no gobierne la extrema derecha; no lo entiendo.
Chirac o Le Pen, es como elegir cuando éramos niños en ese juego de 'susto o muerte'; espero que Francia elija susto (igual que España eligió el suyo), y todo esto quede sólo en eso.
Pero yo, con 21 años, me siento como la mitad del mundo que no entiende a la otra mitad, por mucho que quiera entender.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de abril de 2002