Kobe Bryant penetró hacia la canasta y recibió el dos contra uno de la defensa del Portland. Miró hacia la derecha y vio a su compañero Robert Horry solo en la línea de tres puntos. Resultado: triple, victoria para los Lakers (92-91) y eliminatoria liquidada por 3-0. El triunfo del conjunto de Phil Jackson se produjo en los últimos 39 segundos del encuentro, cuando remontó de forma increíble cinco puntos. Antes del bombazo de Horry, otro triple de Bryant y una bandeja de Rick Fox habían metido al Portland en un atolladero imprevisible. De esta forma, el vencedor de la NBA las dos temporadas precedentes avisó a sus rivales.
Todo lo que los jugadores de los Lakers hicieron bien en ese medio minuto fueron equivocaciones de sus oponentes. Seguramente, sería más correcto decir de un rival determinado: Scottie Pippen. Un jugador que desde su salida del Chicago no hace otra cosa que recoger frustraciones en la Liga. Falló un tiro libre, salió a la ayuda para marcar a Bryant y dejar a Horry libre y culminó la serie con un saque de banda dirigido directamente a la cabeza de su compañero Rasheed Wallace. 'No hice las cosas bien y eso nos costó el partido', reconoció Pippen, un ex alumno aventajado de Jackson en los Bulls. La prensa se ensañó con el alero: 'Dejaste tan sólo a Horry como a una fea en el baile de la escuela. La soledad que siempre anheló Greta Garbo'.
Loas, por supuesto, para Horry, uno de los mejores actores secundarios que caminan por Los Ángeles. Que no gana oscars, pero sí anillos, y ya lleva cuatro: dos con los Lakers y dos con los Rockets. Un intérprete que florece en primavera. Si hubiera que dar un premio al jugador que anota más canastas oportunas, él sería candidato al galardón. Pero elogios también para Bryant. 'El año pasado no habría dado ese pase. Él creía más en sí mismo que en el equipo. Ahora todo es diferente', subrayó Horry.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de abril de 2002