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La felicidad nunca es completa

El Rayo se aferra a Primera el mismo día que pierde por seis meses a su estrella, Míchel

Niño, cómete a ese chaval, que un tío que lleva el número 46 debería dedicarse al baloncesto". Esta frase se escuchó ayer en Vallecas minutos antes de que el Rayo saltara al césped para ganar (4-2) al Athletic y firmar el principio de su salvación. El Niño al que se referían los jugadores franjirrojos se llama Míchel, Miguel García Sánchez, de 26 años, y es uno de los culpables de que el equipo, a día de hoy, sea un primera.

Es el Rayo un cuadro al que la felicidad le dura un suspiro. Noventa y tres minutos habían pasado desde el inicio del partido cuando Míchel cayó, redondo, en su banda; roto, deshecho, con el tendón de Aquiles destrozado. Él fue el primero que levantó la mano y pidió auxilio. El encuentro ya estaba resuelto. La jugada no tenía mayor trascendencia. Pero Míchel, con el estadio a reventar, quería más. Había marcado un gol y dado el pase de otros dos. Seguro que por su cabeza pasó en esos instantes la fotografía de un contrato millonario, el que le quería hacer el Betis porque así lo ha exigido Juande Ramos, técnico del equipo sevillano y buen conocedor suyo desde su época rayista.

Pero Míchel se rompió. Los médicos y él supieron desde el primer instante que la lesión era de una gravedad extrema. En el vestuario se le inmovilizó la pierna derecha e inmediatamente se le llevó al hospital. De madrugada, fue operado y el primer diagnóstico apunta a los seis meses de baja.

"El tiempo no es lo más importante. Yo sé lo que es esto y no hay más solución que mirar día a día. Como intentes pensar en lo que te ocurrirá más adelante, te mueres". Quien así habla es Cembranos, otra de las estrellas del Rayo, que hace seis meses dejó de jugar por una lesión tan grave como la que ha tenido Míchel.

"Como mires a lo lejos, la ansiedad te puede matar. La única solución es el día a día. El fútbol, de vez en cuando, golpea a quienes no tiene que golpear. Pero hay que acostumbrarse. Míchel tiene el apoyo de su gente, de su familia, del equipo..., y todo el verano por delante", añade.

Lo cierto es que el 8 del Rayo, su máxima estrella en los malos y los buenos momentos, vivía una época dulce, en la que las ofertas se acumulaban en la mesa de su representante. El Betis ya había establecido contacto con el Rayo para que el año que viene estuviera en el equipo verdiblanco. Ramos le había pedido. A partir de ayer, a partir del minuto 93 de un partido que estaba resuelto y que generó una fiesta en Vallecas, el futuro de Míchel queda en el aire. Tiene una temporada más de contrato con el Rayo, pero él estaba seguro de que en julio su destino sería otro. Sería un club que estuviera en competiciones europeas. Ahí es donde Míchel quería demostrar que de algo le sirvió repetir una y otra vez en su vídeo las imágenes en las que se veía a Maradona lanzando una falta. Él se ha pasado toda la Liga intentando hacer lo mismo. Pero el domingo, en Vallecas, el infortunio volvió a golpear al Rayo, un equipo que hace dos años perdió a Cota el día que se estrenaba en una competición europea, que hace seis meses perdió a Cembranos y que el domingo perdió a uno de los máximos culpables de que un equipo descendido desde hace ni se sabe tenga hoy casi todas las papeletas para mantenerse en la máxima categoría.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de abril de 2002