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OPINIÓN DEL LECTOR

Histórica protesta de la Real Maestranza

Como aficionado y abonado de la grada cuatro de la Real Maestranza de Sevilla deseo expresar mi felicitación al cronista taurino Antonio Lorca por las excelentes crónicas que ha firmado en EL PAÍS, especialmente las de los días 14 y 15 de abril.

En la crónica del día 14 formulaba una pregunta trascendente que merece ser respondida. ¿No será más bien que han llegado los forasteros, que no están dispuestos a aguantar lo que aguanta esta Sevilla, que confunde la clase con el conformismo más desesperante?

Diferentes aficionados, algunos de ellos de cierta relevancia social, han dado una respuesta que no comparto. La que sigue es mi respuesta, la de un aficionado y abonado que ha visto toros en la Maestranza desde hace más de 20 años.

Aproximadamente el 70% del aforo de la Maestranza está ocupado por abonados. Como bien dice Lorca, fue una 'protesta generalizada' que tuvo como foco de inicio diferentes puntos, entre otros la grada cuatro, de la que soy abonado. La protesta se extendió hasta llegar a los tendidos uno y dos, la zona que clásicamente 'manda' en esta plaza. Está claro, por tanto, que la 'histórica protesta' fue de los aficionados de la Maestranza y querer establecer orígenes taurinos como Sevilla o Madrid resulta improcedente. Una matización a la crónica, este espectáculo sí ha ocurrido en algunas ocasiones en esta plaza. Basta con leer algunas crónicas de los años sesenta para deducir que los aficionados de la Maestranza protestaban por los toros que en aquella época imponían las llamadas figuras del toreo.

La buena crónica del día 15 también merece un comentario. La actitud de los aficionados fue la lógica consecuencia del circo que montó Ortega Cano y es, en parte, también la respuesta a su nefasta actuación en la Feria de San Miguel, en la que no sólo se le devolvió un toro al corral, sino que emborrono lo que allí se estaba celebrando, la despedida del gran maestro Espartaco.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de mayo de 2002