En el año en que ha estallado la música electrónica francesa, suscitando interés en mercados y públicos aledaños, es reseñable la tendencia de los grupos y artistas del género a concederle cada vez más preponderancia a los instrumentos convencionales con que acompañan su tecnificada propuesta, en lugar de a los ingenios electrónicos que han dado lugar al estilo. En el caso de la aventura musical liderada por Jean-Philippe Freu y Patou Carrie, creadores en estudio de la música de Rinôçerôse e intérpretes en directo de guitarra y bajo respectivamente, el planteamiento con el que abordaron su directo parecía encarnar la actitud y puesta en escena del rock convencional: hasta tres guitarras en escena interpretando música house preñada de riffs guitarreros robados a grupos como ZZ Top y Van Halen.
Rinôçerôse
Sala la Riviera. 15 euros. Madrid, lunes 29 de abril.
La idea está bien y, al menos al principio, es interesante, cuando el concierto arranca y las bases programadas se mezclan con sicodelia sixtie en el tema Brian Jones: last picture. Dos o tres canciones más y la cosa no decae: suenan flautas, percusiones, saxos... Pero más allá del quinto tema, la verdad, mirar al escenario ya no es tan necesario, con lo que se quiebra uno de los principios básicos del rock. Además, si el sonido pasara a un segundo plano, no pasaría absolutamente nada. Al final, Rinôçerôse pierde su punto de baile tribal y se convierte en una correcta música de fondo. Cruel destino para lo que nació como música de frenético baile.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de mayo de 2002