A finales del mes de mayo del pasado año le detectaron a mi padre un cáncer de vejiga con metástasis en el pulmón. No puedo describir el tremendo impacto que nos causó la noticia, máxime cuando ni siquiera hacía dos años que habíamos tenido que enfrentarnos a la muerte de mi madre. A primeros del presente año, mi padre quedó inmovilizado en cama, siendo para nosotros muy complicado el poder dispensarle la atención que requería, ya que todos trabajamos y, además, sólo una de mis hermanas residía con él en el mismo domicilio.
Dado que en su momento planteé una queja en el Insalud, justo es demostrar ahora mi gratitud y la de mi familia mediante estas líneas y dar las gracias a todas las personas que le manifestaron su cariño y le dispensaron cuidados hasta el día 8 de abril, en el que mi padre falleció.
Nuestra gratitud, pues, al doctor Crespi, de la Fundación Jiménez Díaz, por la humanidad que demostró con nosotros en un día espantoso en las urgencias del hospital; a Pilar, enfermera del centro de salud de la calle de la Alameda; a Rocío, trabajadora de los servicios sociales de la Junta del Distrito Centro; al Insalud, por ponernos en contacto con la Unidad de Cuidados Hospitalarios a Domicilio (Isabel, Cristina, Carlos...), que lograron, sobre todo, que tuviera una muerte digna y sin dolores.
Allí donde estés, viejo, también las gracias a ti por tener hasta el final el buen humor y el fantástico carácter que siempre demostraste en vida, pese a estar en una cama sin poder moverte.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de mayo de 2002