Se asomó al partido al filo del descanso, perjudicado hasta entonces por la timorata actitud del Madrid. Pero cuando Raúl se dejó ver por primera vez en plenitud peleó con vinagre por la pelota en una jugada embarullada, con todos a la deriva. Su fuerza de voluntad le permitió rescatar el balón. Salió tan enrabietado de la jugada que se atrevió incluso a discutirle a Zidane la posesión. El francés la quería, porque llegaba de frente al área, pero el niño se lo había trabajado. Contrariado Zidane, Raúl cerró la acción con un zapatazo lleno de veneno que perforó la portería de Bonano. En Raúl, la fe es más que un don. Poco importa que llevara sin marcar desde el 9 de marzo. Raúl siempre vuelve al lugar del crimen, porque es un pistolero con la sangre hirviendo. Su gol sacó al Madrid del anonimato, porque hasta entonces sólo era un equipo excesivamente contemplativo. El tanto, poco raulino, porque al chico le falta carrocería para chutar a larga distancia, metió al delantero en el fregado de forma extraordinaria. Sin compañeros en ataque -Guti es un asistente-, el siete madridista se empleó en varios asaltos con cada defensa azulgrana y ganó varios duelos a los puntos. Con el Madrid bien tapado, fue un incordio toda la noche, por tenacidad, clase y sabiduría. Su historia en el Madrid engorda y engorda sin parar.
- César. La historia del vallisoletano con el Barça es una crónica de sucesos. El día que debutó, los azulgrana marcaron seis goles en Valladolid; su puesta de largo con el Madrid en el Camp Nou resultó un fiasco; en la ida europea se llevó un coscorrón de Makelele que le hizo ver las estrellas durante varios minutos; y ayer, un taco de Kluivert le rajó el rostro. En cuanto a su actuación, estuvo sobrio, salvo en alguna salida mal medida. Sin duda, se ha partido la cara por despejar las dudas latentes desde aquella pifia en Barcelona.
- Rochemback. Mucho ruido y pocas nueces. Dio la bronca a sus enemigos y se llevó unas cuantas de sus colegas, por su desatino con la pelota. Muy revolucionado, cada vez que entró en contacto con el balón metió la jugada en un laberinto. Que un medio se enrede supone dejar tuerto a un equipo.
- Xavi. El mejor pastor que tiene el Barça. Manejó la brújula de su equipo, dio salida a la pelota y aportó las mejores ideas de los suyos. Que Rexach arrestara a Overmars en el primer tiempo empañó su juego. Sin nadie con el intermitente por los costados, el medio centro azulgrana se vio obligado a jugar demasiadas veces en horizontal. En la segunda parte, con el extremo holandés dando la lata a Salgado, Xavi abrió el compás.
- Luis Enrique. Junto a Xavi y Overmars, el mejor azulgrana. Dinámico y punzante, con toda la plaza en contra se creció aún más de lo habitual. Como futbolista vale su peso en oro, en las buenas y en las malas tardes. Un valor seguro.
- Zidane. Sin peso en un encuentro que el Barça masticó mejor en su zona, el centro del campo, el francés dejó un zurdazo que sopló la escuadra derecha de Bonano. Sin más, en el descanso se quedó en la caseta con una costilla dolorida.
- Hierro. Imperial. Sujetó a su equipo en defensa a base de astucia, colocación, carácter e inteligencia. Ganó todas sus batallas aéreas con Kluivert y amarró a Saviola, pese a que éste gravita a ras de suelo y tiene justo lo que le falta al capitán blanco: velocidad. En la segunda parte, con Overmars buscando las cosquillas a Salgado, supo escoltar a su lateral siempre que fue necesario. En las grandes citas, Hierro aún tiene más cuerda que nadie.
- Overmars. Cuando los hinchas azulgrana recuerden la eliminatoria dentro de años y años, aún se preguntarán por qué Charly Rexach arrestó a aquel holandés que en una época en la que los extremos parecían desterrados aún era capaz de sembrar el pánico entre los rivales. Con él, el Barça asusta. Sin su concurso es un equipo plano, cojo.
- Figo. Que el portugués no está fino lo corrobora el que anoche jugara uno de los peores partidos que se le recuerdan en España. Está nublado. Le falta físico y ello le ofusca. Puso mucha voluntad, pero no desbordó ni una vez y estuvo torpón en el pase. Casi todo lo que empezó acabó de mala manera y jamás, como antaño, se encaró con su marcador (Coco) para anudarle la cintura y dibujar una rosca. Esta vez tampoco llegó nunca hasta el banderín de córner.
- Saviola. Jugó más abierto que en otros encuentros, pero el resultado fue igual de negativo que en el Camp Nou salvo por su caricia de espuela que Helguera embocó a gol. Superado en la ida y en la vuelta. Rivaldo estuvo en la retina.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de mayo de 2002