Se ha dicho algunas veces que en el sistema judicial español se quería utilizar al Tribunal Constitucional (TC) como una instancia superior a la del Tribunal Supremo (TS). ¡Craso error! Gracias a la insólita actuación del arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, para evitar el derribo de la iglesia de Nuestra Señora de las Fuentes, ya sabemos que la máxima instancia jurisdiccional española, la que en definitiva puede decir la última palabra en un pleito no es el TC, ni siquiera el tradicional TS, sino el Señor (el de Rouco, claro); a él se puede acceder no mediante escritos, instancias, demandas, recursos, sino por medio de la eucaristía, mejor si es multitudinaria, con el fin de que haga un milagro y 'cambie decisiones y formas de actuar' de los tribunales ordinarios. Y eso que, según nos recuerda Rouco, la Iglesia siempre ha acatado las decisiones de la autoridad legítima... ¡Anda que si no las llega a acatar! ¿O es que no considera a los tribunales de justicia, y en particular al Tribunal Supremo, como autoridad legítima?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de mayo de 2002