Parece que en el mundo de la macroeconomía soplan vientos desfavorables desde el 11 de Septiembre. El viento lo que primero se lleva es lo que menos pesa, y estos son los trabajadores en precario. Ellos han estado ahí todos estos años de bonanza, en los cuales los bancos y las grandes empresas han obtenido beneficios multimillonarios. Cierto que se ha reducido su número (¡menos mal!), pero nunca se ha vaciado esa bolsa, y mucho nos tememos que ahora empiece a crecer y a tener peor aspecto.
¿Qué hacer? Hay un totem que parece intocable, el beneficio empresarial. ¿Por qué intocable?, nos preguntamos ingenuamente. Si los cristianos creemos que la persona está sobre la ley, ¿no ha de estarlo también sobre el dinero?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de mayo de 2002