Tras seguir con verdadera pasión las noticias y artículos que se han publicado en la prensa, parece que está a punto de tomarse una decisión sobre los hallazgos arqueológicos del Born: la cohabitación de restos y libros. En mi opinión, la peor de las opciones, por entender que ni los libros ni los restos se benefician de una solución a medias, que tan sólo intenta contentar a los denominados conservacionistas y a los bibliotecarios. Ni el usuario de la biblioteca podrá disfrutar plenamente de unas instalaciones, que sin duda merece, sino que tendrá que deambular por un laberinto incómodo y poco práctico, según el proyecto conocido; ni los restos podrán ser contemplados con desahogo y perspectiva.
Espero que la decisión que se tome no perjudique irremediablemente los restos arqueológicos, tras comprobar, lamentablemente, que la arqueología en este país está condenada a ser una disciplina subsidiaria y sometida a otras disciplinas mayores y más nobles, como la arquitectura. Los arqueólogos, que desarrollan un trabajo intenso, apasionante y entregado, pero que pocas veces trasciende, tienen el listón muy alto: si los magníficos restos del Born no han conseguido frenar un proyecto, qué sucederá con los yacimientos con menos incidencia mediática.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de mayo de 2002