Como científicos nos cuesta reconocerlo, pero la ciencia nunca ha estado abierta al público. Que el avance científico se haya gestado a menudo de espaldas a las modas imperantes y con independencia frente a las instituciones gobernantes ha resultado positivo, visto con perspectiva de siglos. Que el desarrollo tecnológico se haya podido desentender en algunas ocasiones de las demandas de los poderosos y los mercaderes tampoco ha sido malo. Pero que la comunicación de los avances científicos y los desarrollos tecnológicos se haya limitado a un diálogo inter pares ya va siendo más cuestionable. La comunicación científica especializada es necesaria e insustituible para el desarrollo de la ciencia, pero en los tiempos que corren se está quedando insuficiente.
Nuestras vidas como individuos nunca han estado tan vertiginosamente ligadas al desarrollo de las tecnologías que alimentan nuestro crecimiento colectivo. En nuestra sociedad industrializada es difícil encontrar algún aspecto de la vida cotidiana que no se vea influenciado por tecnologías enraizadas en la ciencia desarrollada durante los últimos 100 años. Y esa influencia, que seguirá creciendo, abarca desde detalles minúsculos de nuestra vida privada hasta fenómenos de escala global. Por ello es imprescindible que los ciudadanos de hoy y del futuro sean conscientes del poder (y también de las limitaciones) de la ciencia, de las caras y las cruces de una sociedad tecnológicamente avanzada. De ahí la necesidad de desarrollar vías para la comunicación social de la ciencia, una actividad felizmente desarrollada por un número creciente de periodistas a la que los científicos no deberíamos ser ajenos.
Esta emergente relación entre ciencia y sociedad hace necesaria la definición de un nuevo ethos, de un modo de acción y participación del científico que consideramos podrían sustentarse en los siguientes puntos.
1. El profesional de la ciencia, y la sociedad de la que procede, deben asumir, de una vez por todas, que la ciencia es una actividad creadora de primera magnitud; una actividad que se basa en una actitud: el mundo que nos rodea es inteligible y en un método, que ha perdurado por encima de corrientes ideológicas, de revoluciones industriales y sociales y de tendencias y modas artísticas y que, entre otras cosas, nos recuerda que no hay ninguna verdad absolutamente establecida.
2. El científico, en la mayoría de los casos sujeto público, debe rendir cuentas a la sociedad, devolverle lo mejor que ha obtenido de ella. Una forma de hacerlo sería a través de la divulgación y comunicación de los resultados de su trabajo en estrecha colaboración con otros profesionales. Aunque sea utópico sería bueno recordar las palabras del libro de la Sabiduría (7, 13): 'Sin engaño la aprendí y sin envidia la comunico y a nadie escondo sus riquezas'.
3. La investigación científica tiene, hoy más que nunca, una incidencia inmediata en el mundo y sobre los seres que lo pueblan. Es por ello que el científico e investigador debe ser absolutamente responsable de sus investigaciones y de las posibles consecuencias de las mismas.
La ciencia es poder. Según los sociólogos de la ciencia actuales, la ciencia moderna está mayoritariamente aliada con el poder. Probablemente siempre lo estuvo. San Alberto Magno, el patrón de las ciencias en nuestras facultades, ya advertía al alquimista de no depender de los príncipes y poderosos. La situación apenas ha cambiado hoy día.
4. El científico, en cuanto sujeto público independiente, debe participar activamente en la política de la sociedad de la que forma parte ejerciendo públicamente una crítica intelectual sobre aquellos temas que afectan a la sociedad y que tienen que ver con su disciplina científica.
Obviamente, nos gustaría que estas breves reflexiones pudieran contribuir a normalizar una relación entre ciencia y sociedad, que en nuestro país ha sido tradicionalmente deficitaria. Y como primer paso, esta declaración de intenciones quiere servir de punto de partida para poner en contacto a una nueva generación de científicos activamente conscientes del necesario compromiso del científico con la sociedad. Desde aquí invitamos a quienes se sientan identificados con ese nuevo ethos a unirse a nosotros en esta tarea. Es una tarea tan dura y difícil como la que tienen, dentro de este complejo mundo, los profesionales de la información y los políticos de buena fe. Para animarnos a encontrar el camino adecuado podemos recordar las palabras finales de Spinoza en su Ética: 'Todo lo que es hermoso es tan difícil como raro'.
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Antonio Heredia Bayona. Universidad de Málaga. (heredia@uma.es). Pedro Gómez Romero. CSIC (pedro@icmab.es) Más información: http://www.cienciateca.com/ctspopsci.htm
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de mayo de 2002