Los elementos y la lucha de clases se unen contra el Festival Barcelona Poesia. El chaparrón que cayó sobre la urbe justo media hora antes de abrirse los Set Dies de Poesia a la Ciutat obligó a trasladar la tarima desde la plaza del parque Güell a la sala hipóstila, justo debajo, y restó afluencia de público. Aunque, en compensación, ofreció a los escasos asistentes el poético, y nunca mejor dicho, espectáculo de un arco iris como telón de fondo del primer recital. Por su parte, la huelga de conductores de autobús fue la causa de que un tercio de los carteles con poemas pegados en las ventanillas se quedasen en las cocheras.
Imponderables aparte, lo cierto es que Barcelona Poesia arrancó con la sesión inicial, un homenaje a la ciudad, 'a la que todavía debemos reivindicar', según dijo en la presentación el concejal de Cultura, Ferran Mascarell. Los nueve poetas presentes (Concha García, Rodolfo Häsler, Joaquim Horta, Ana María Moix, Marta Pessarrodona, Susanna Rafart, Pep Rosanes-Creus, Jaume Subirana y AlbertoTugues) leyeron cada uno un poema propio más otro de un poeta ya fallecido, todos ellos alusivos al tema. Especialmente emotivos resultaron los de José María Fonollosa, una elegía a la soledad en la urbe, y Gil de Biedma sobre el drama de cada lunes. Esther Zarraluki, organizadora del festival junto con David Castillo, incluyó también una composición de un poeta desconocido, Diego Hurtado de Mendoza, un hombre del siglo XVI.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de mayo de 2002