Estella y su comarca (Tierra Estella) son parada inevitable para quienes recorren en Navarra el Camino de Santiago. Y ahora, a sus atractivos naturales y culturales acaba de añadirse uno nuevo, que aporta además un aspecto singular y sugerente: la reunión creativa de la gran arquitectura contemporánea con el pujante mundo del vino. Se trata de la bodega diseñada por el arquitecto Rafael Moneo (Tudela, 1927) en el señorío de Arínzano para los herederos de Julián Chivite, una familia vinculada a la vinicultura desde 1647 y que ha impugnado la convención (sin desmentirla) de que Navarra es tierra de rosados.
A este paraje del valle de la Solana, a escasos ocho kilómetros de la ciudad del Ega, aguas abajo, el calificativo de histórico y el de bello no le quedan grandes. Aunque el predio se haya remodelado en los últimos tiempos para convertirlo en un château (una bodega rodeada de 145 hectáreas de viñedo con el que se elaboran sus vinos), su encanto procede de antes. Viene dado por la intervención respetuosa del hombre sobre el paisaje desde tiempos remotos, y el creador del Kursaal de San Sebastián y de tantos otros edificios destacables ha decidido continuarla. Dice el arquitecto navarro que el señorío le recuerda a 'la villa de Plinio', y en verdad, flota en el lugar la paz y la bucólica laboriosidad de una estampa que trae ecos de la campiña romana.
Moneo no se ha limitado a construir una bodega con firma de autor. Como es norma en su trayectoria, ha procurado adaptar su proyecto al entorno, en vez de forzar a éste a digerir la nueva edificación. Su diseño y estructura están pensados para 'dar sentido al paisaje que la rodea, que es extraordinariamente sugerente', explica. Las partes construidas de la heredad, de 300 hectáreas de extensión total, se concentran en un recodo del río, al abrigo de una ladera poblada de encinas. Allí arrancan los contrafuertes de Montejurra, la montaña sagrada del carlismo, que preside toda la comarca con su mole dentada y verdiazul.
La declaración de intenciones del arquitecto de Tudela no es una frase publicitaria. Nada más cruzar el puente sobre el Ega y la pantalla de chopos que oculta la finca, aparecen en primer plano los viejos edificios del señorío de Arínzano, que perteneció en la Edad Media al linaje navarro de los Cruzat. Se han conservado los tres más singulares: la torre-palacio de cabo de armería del siglo XIII; la iglesia de San Martín de Tours, de estilo neoclásico y coronada con varias estatuas que, al parecer, proceden del antiguo Ayuntamiento de Pamplona, y una casona del XVIII habilitada ahora para las visitas. La intervención restauradora de Moneo ha realzado los edificios, liberándolos de añadidos antiestéticos para fusionar luego lo nuevo y lo antiguo con una medida urbanización que tiene las encinas y el viñedo como elementos fundamentales.
Verde y albero
El arquitecto ha situado el edificio de su bodega en un modesto segundo plano. La constituyen tres cuerpos continuos, aunque a distinto nivel, que abarcan el conjunto y dibujan tras él una discreta pantalla de color albero proyectada sobre el oscuro verde del encinar silvestre. El ejercicio de contención llevado a cabo por el autor de la nueva catedral de Los Ángeles no hace sino resaltar los detalles de gran arquitectura del edificio: la armonía de líneas rectas, el juego de volúmenes entre las fachadas planas y los tejados de cobre, el diálogo cromático del hormigón abujardado con la madera y el acero inoxidable.
En cualquier caso, hay dos puntos en los que el visitante quedará impactado. Uno es el mirador de la sala de catas-museo, un atrevido gran ventanal rectangular que enmarca lateralmente el señorío y crea la sensación visual de estar situado en el borde mismo de un cuadro, a un paso de introducirse en el paisaje del lienzo. Pero es en la nave de crianza donde Moneo hace deslumbrante la austeridad más rigurosa, a base de simple hormigón y maderas nobles. Las columnas centrales recogen el vigamen que sustenta la cubierta, convirtiéndose cada una de ellas en una escultura estilizada y minimalista, y el conjunto, en una suerte de alameda petrificada. A sus pies reposan en racimos 2.500 barricas de roble en las que maduran ya desde hace años los vinos más selectos de Chivite, que llevan el sello del 125º aniversario, y una nueva selección que portará el nombre del señorío.
Aunque el proyecto no resulta comparable en su magnitud con obras como el Auditorio de Barcelona, el Museo de Bellas Artes de Houston o la ampliación del Museo del Prado, su autor, premio Pritzker de arquitectura de 1996, se niega a considerarlo un hijo de segundo orden. No en vano, su encargo -a finales de los ochenta, cuando Moneo daba clases en la Escuela de Arquitectura de Harvard- no fue fruto de una apuesta comercial, sino de la amistad familiar con los Chivite, y el proyecto fue concibiéndose y madurando al tiempo que crecían los viñedos en las laderas soleadas de Arínzano.
Sin abandonar la relación arquitectura-vino, los alrededores de Estella ofrecen varias opciones de interés. Muy cerca de Arínzano, en Dicastillo, se encuentra la bodega Palacio de la Vega, que incluye en la propiedad el bello palacio de estilo neogótico construido a mediados del siglo XIX por la condesa de la Vega del Pozo. La excursión puede extenderse a la otra vertiente de Montejurra, donde están el monasterio de Santa María la Real de Irache (siglo XII) y las bodegas del mismo nombre, que conjugan una trayectoria ya centenaria con unas modernas instalaciones. Unos kilómetros más adelante, en dirección a Logroño y sin abandonar el Camino de Santiago, eleva su perfil cónico Monjardín, otra de las referencias geográficas de la comarca. Su cima es una atalaya privilegiada sobre toda Tierra Estella y la sierra de Urbasa, y alberga los restos de la fortaleza de San Esteban de Deyo, límite oriental del reino de Pamplona en el siglo X. La ladera sur de Monjardín, hasta el pueblo de Villamayor, aparece tableteada por una hermosa y tendida plantación de viñedo, con el que elaboran sus vinos desde hace más de una década las bodegas Castillo de Monjardín.
GUÍA PRÁCTICA
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de mayo de 2002