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COLUMNA

Tótems

Estas últimas semanas hemos vivido acontecimientos que aconsejan un replanteamiento de cuanto ocurre a nuestro alrededor. Por una parte están los hechos y por otra las consecuencias. Una victoria, una derrota y las tensiones que originan. Victoria la del Valencia C F en la liga española y la tensión que ha originado. Ha supuesto una conmoción en la Comunidad Valenciana. Una válvula de escape para un pueblo cansado de esperar.

La derrota un poco más lejos, a la otra parte de los Pirineos. Francia ha venido siendo para Europa un avanzado precursor de lo que acaba sucediendo en el resto del continente. El revolcón del candidato de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas ha sido estrepitoso, pero no se debe menospreciar. La proyección de Le Pen ha afectado a los cimientos de la V República francesa. Tiene sus orígenes en los problemas que afectan a la convivencia. La inseguridad, la inmigración, la difuminación de los rasgos nacionales, la pertenencia incomprendida a la estructura supranacional europea y el recurso a la demagogia, provocaron un susto monumental a los franceses que creen en la democracia. Un 18% es demasiado respaldo para una opción bastarda.

En otro sentido, desde la reimplantación de la democracia en España, nunca se había producido en el territorio de la Comunidad Valenciana una ceremonia colectiva, con sus ritos, como la que ha provocado el primer puesto en la liga de fútbol. Por el momento nada aglutina el sentimiento colectivo de los valencianos como este liderazgo.

Ni partidos políticos, ni las causas cívicas, ni las manifestaciones sindicales ni las religiosas, o los movimientos antiglobalización llegan a promover movilizaciones semejantes. Más allá de las conclusiones que establezcan los sociólogos, estamos ante una crisis de ideologías y creencias, en medio de un vacío de liderazgos.

Los valencianos hemos visto estos días a los jugadores del Valencia C F con sus directivos, en los templos de la religión y la política a raíz de un acontecimiento deportivo que goza de su propia liturgia. Y sabemos que la ceremonia de la victoria continuará. El entrenador y los comentaristas hablan de valencianismo para referirse a la afición deportiva que conmemora el éxito. Las primeras autoridades eclesiásticas no han dudado en gastar la bufanda del club, a modo de estola peculiar para festejar a los protagonistas en su hazaña.

Las marchas triunfales de los pueblos no se producen porque sí ni se manifiestan únicamente en hechos aislados. Los mitos, las leyendas y los ídolos se reproducen a lo largo de la historia. Así se explica la necesidad que se siente de ellos. Por su propia naturaleza o como sustitutivos de discursos políticos anodinos y de metas con pretensiones trascendentales. La sociedad está necesitada de soluciones y modelos que la liberen de tensiones. El fútbol se ha convertido en un tótem colectivo que dispone de su liturgia y de sus santuarios. Hay un cierto desengaño en una sociedad donde ha sonado el consabido sálvese quien pueda. Y cuando los valores de la sociedad se soslayan, otros factores acaban ocupando su lugar con más o menos legitimidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de mayo de 2002