La propuesta del Gobierno laborista que preside Tony Blair para dividir Inglaterra en ocho regiones autónomas con poderes limitados y un mini-Parlamento de entre 25 y 35 miembros, ha sido recibida con escepticismo en los medios conservadores de Londres. Algunos critican su poca ambición, pero la mayoría enfatiza lo contrario: el impulso de un poder regional artificial basado en una división ficticia de Inglaterra, que no responde a criterios históricos y que no resuelve el problema del poder que Escocia ejerce en Inglaterra a través del Parlamento de Westminster.
Es la llamada "cuestión de West Lothian", planteada por el diputado laborista escocés de esa circunscripción, Tam Dalyell. En realidad él planteaba la paradoja de que los escoceses elegidos miembros del Parlamento de Westminster podían votar y decidir, por ejemplo, sobre la educación en Inglaterra, pero no sobre la educación en Escocia porque es competencia del Parlamento escocés. Con el tiempo, esa paradoja se ha convertido en un agravio para Inglaterra: ¿por qué los diputados escoceses en Westminster pueden decidir sobre materias que sólo afectan a Inglaterra (y a veces a Gales), pero los ingleses no pueden decidir sobre las que sólo afectan a Escocia?
El origen de ese problema es que no hay un Parlamento de Inglaterra con las mismas competencias que el de Escocia. Y seguirá sin haberlo con la propuesta de regionalización de Inglaterra planteada la semana pasada por el Gobierno de Tony Blair. Éste no propone crear una región de Inglaterra que culminaría un "reino unido de las autonomías" junto a los parlamentos de Escocia, Gales, Irlanda del Norte y la Autoridad del Gran Londres.
Lo que propone es dividir Inglaterra en ocho regiones. Aunque cada una dispondría de un mini-Parlamento de entre 25 y 35 diputados, su capacidad legislativa sería limitada y sus competencias se ceñirían a identificar prioridades, poner en marcha estrategias regionales y asignar los fondos.
Una región media, como la del noreste, tendría poder directo sobre unos 567 millones de euros e influiría en el reparto de otros 810 millones de euros. Sus áreas de responsabilidad abarcarían el desarrollo económico, empleo, vivienda, deportes, cultura, turismo, planificación regional, transporte, medio ambiente, biodiversidad y salud pública.
El viceprimer ministro John Prescott, un peso pesado del laborismo que parece ya en la recta final de su carrera política, es el gran valedor del regionalismo inglés en el Gobierno de Tony Blair. Algunos comentaristas subrayan también el papel jugado por el muy influyente canciller del Exchequer (ministro del Tesoro), Gordon Brown, cada vez más convencido de que el poder regional facilita las soluciones en materias como productividad y empleo.
Pero la regionalización de Inglaterra suscita muy poco entusiasmo en organismos como la patronal CBI (Confederación de la Industria Británica), temerosa de que se esté creando un nuevo nivel de burocracia política. Las experiencias regionales en marcha no invitan a la euforia, con tres primeros ministros en Escocia en apenas cuatro años y el número dos de Gales apartado del cargo mientras se investigan sus cuentas. Los conservadores rechazan la reforma por considerarla cara y, paradójicamente, centralizadora: quita poder a las corporaciones locales para dárselo a un organismo más centralizado.
Y no falta quien critica la base misma del proyecto: la propia división regional elegida, "artificial y nacida de la fantasía de White Hall", el nombre con que se conoce al poderoso cuerpo profesional administrativo del Reino Unido. Pero eso no significa que el proyecto no tenga ninguna base popular. El regionalismo inglés es como las meigas gallegas: existir no existe, pero haberlo haylo. O al menos eso demuestran las encuestas de opinión que ponen de relieve un llamativo apetito regional entre los ingleses.
Por otro lado, el Partido Laborista británico rechazó ayer las acusaciones de malversación por haber aceptado una donación de 100.000 libras (155.000 euros) de Richard Desmond, conocido como el barón de la pornografía por ser propietario de varias revistas eróticas. Según la prensa británica, la donación se realizó poco después de recibir autorización del Gobierno que preside Tony Blair para adquirir el grupo de prensa Express, que comprende entre otros el Daily Express, el Sunday Express y el tabloide Daily Star.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de mayo de 2002