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CARTAS AL DIRECTOR

Sarcasmo

Unos dieron golpes de Estado, otros tuvieron la fortuna de ganar unas elecciones. Pero todos ellos demonizaron su entorno político y social -no nos engañemos, no se puede ser apolítico, y la neutralidad es a lo mejor una necedad y a lo peor una cobardía-. Seguramente en los meses que precedieron a Videla, Hitler, Franco o Stalin, y al horror que trajeron con ellos, personas como ustedes y como yo leían el periódico y se decían 'no será para tanto, algo así no puede prosperar, no llegarán a nada...'.

Desde mayo de 2002 les sonreímos -pobres ingenuos- algo entristecidos, mientras pensamos que Le Pen, Berlusconi, Bush, la ultraderecha austriaca y aquellos que no acaban de quitarse la camisa azul aquí, en nuestro suelo patrio, no son más que el producto de la locura y el descontento pasajeros, que no lograrán infectar y amordazar el tejido social que nos ampara.

Lo que nos distrae y confunde es la ambigüedad de su discurso: parecen reivindicar nuestros derechos fundamentales mientras silencian a los que no les coreamos la consigna, fomentan la xenofobia, limitan la capacidad de crítica de aquellos a los que engatusan, son maestros de la manipulación y la desinformación... Catalizan el malestar social sin un proyecto constructivo, sólo aportan ruido y colorines; no son más que un diorama que finge escuchar y comprender a quienes se les acercan. Tal vez sea esto lo más terrible y hermoso del ser humano, esa dicotomía del alma, la capacidad de un mismo sujeto para el amor y la crueldad. Ezra Pound escribía sus versos maravillosos mientras hacía apología del nazismo, y un personaje de Sábato dice a un joven argentino al que tortura: 'No lo tomes a mal. No vayas a creer que yo picaneo por gusto. No. Yo también tengo familia. O qué te crees, que nosotros somos bestias sin madre?'.

Ya ven, los dictadores, los terroristas, los fascistas de cualquier signo, los maltratadores y los colgadores de perros, ellos también aman a sus hijos. ¿No les parece un sarcasmo?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de mayo de 2002