El Maratón Popular de Madrid (Mapoma) es una carrera atlética de motivación popular. En esta prueba han ganado desde un repartidor de patatas fritas a un pescadero, o un exiliado político que vivía en un centro de acogida. Pero lo que define que el alma de Mapoma sea popular es la mentalidad de la prueba, basada, dirigida, orientada y desarrollada por y para el corredor popular que tanto detesta José María Guelbenzu.
El éxito de Mapoma es la participación popular, no se paga a los profesionales por venir a correr como en otras pruebas. La satisfacción no es conseguir la victoria ante el resto, no es el tiempo empleado, ni la exhibición de los mejores atletas del mundo. La satisfacción viene por la superación personal de los corredores populares con el apoyo del resto (corredores, voluntarios, organización y público), compartiendo el esfuerzo con todos. Si quieres dejar de ser anónimo y exhibirte, te vas a Gran Hermano, no te preparas durante meses un maratón.
No es un desfile de moda, ni los corredores pretenden ser modelos, ni la vestimenta tiene otro objetivo diferente de facilitar el esfuerzo físico (sin causar lesiones). Tampoco es un ávido deseo de poseer la ciudad, sino una combinación de disfrutar, por un día, en la ciudad que vives con la satisfacción de correr un maratón. Pese a que Mapoma no tenga la tradición buscada por el señor Guelbenzu, no siempre las tradiciones son síntomas de virtud. En Etiopía se practica la ablación de clítoris, y ni la compartimos ni la mayor tradición del mundo la justificaría. Comprendo su malestar por el atasco producido y siento mucho las molestias que le causamos.
Sólo me gustaría comentarle que siempre el último domingo de abril, en Madrid, los de 'las blancas, flojas y desvalidas carnes', 'las hilachas humanas', corren el maratón. El año que viene podría dejar el coche e intentarlo. Corremos juntos, merece la pena, se lo prometo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de mayo de 2002