La Royal Shakespeare Company, la más prestigiosa compañía británica de teatro clásico, atraviesa un periodo crítico precipitado por la renuncia de su director, Adrian Noble, a prorrogar su contrato, anuncio hecho en plena etapa de cambios. El actor y director Kenneth Branagh y el director Sam Mendes se perfilan como favoritos entre quienes pueden tomar las riendas de este imperio artístico y comercial, con una plantilla de 700 empleados y unas 60 producciones anuales. Antes de que se produzca el mencionado relevo, la compañía visitará Salamanca con El sueño de una noche de verano.
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Adrian Noble tiró por fin la toalla harto de la oposición a su plan de reforma para afianzar el futuro de la Royal Shakespeare Company (RSC) en la competitiva escena británica e internacional. Y se ganó duras críticas anunciando su dimisión, o para ser más precisos, la no renovación de su contrato que concluye en la primavera de 2003, al día siguiente del estreno de Chitty Chitty Bang Bang, el musical que él mismo ha dirigido y de cuyo éxito comercial nadie duda.
Programa revolucionario
"Abandona el buque en plena marejada con su futuro financiero asegurado", resaltó la prensa británica. Más oportuna resulta la fecha de su despedida, que coincidirá con su producción y dirección de una obra de Henrik Ibsen, con el actor Ralph Fiennes de protagonista.
En la fase final de sus diez años al frente de la RSC, Adrian Noble inició un revolucionario programa de reformas que ha enfurecido a la élite del país, desde la actriz Judi Dench al príncipe Carlos, entre otros. Algunos cambios están ya afianzados, como el de la introducción de contratos cortos y flexibles para los actores -frente a la tradición de un mínimo de 18 meses- destinados, esencialmente, a atraer a estrellas del cine.
Otras innovaciones aún están sobre el papel y su sucesor podría paralizarlas. Entre ellas, la remodelación de la sede de Stratford en una versión de parque temático de Shakespeare. El proyecto, que incluye la demolición del teatro principal, tiene garantizada una ayuda estatal de 80 millones de euros, la mitad del presupuesto global, y está enfocado a ofrecer un completo programa cultural y de ocio a los tres millones de personas que visitan la cuna del bardo cada año. Sin la presencia de Adrian Noble, su principal promotor, para contener los gritos de protesta, su shakespeareland bien podría limitarse a un sueño revolucionario.
La incógnita también planea sobre el futuro de la compañía en Londres. La Royal Shakespeare Company abandona este mes su sede en el Barbican, en pleno auge de este centro cultural del barrio de la City, y entra a saco en el competitivo mercado teatral del West End. Las altas tarifas en el alquiler de las salas comerciales pueden llevar a la ruina a una compañía que factura unos 50 millones de euros al año y recibe una subvención anual próxima a los 17 millones millones de euros. El déficit actual ronda en torno los dos millones de euros.
La salida del Barbican permitirá a la RSC probar espacios alternativos y tentar al público joven, un público que se muestra muy reticente a pisar las salas del West End. La fórmula, sin embargo, está funcionando en la Roundhouse de Camden, una estructura circular de ladrillo, donde estarán en escena hasta el próximo otoño varias obras de Shakespeare.
Desde las gradas o en el suelo del teatro construido dentro del edificio, los espectadores siguen a Próspero y a otros personajes shakespearianos, aunque la experiencia se acerca más a los montajes de obras contemporáneas que a los clásicos de los siglos XVI y XVII.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 15 de mayo de 2002