Los usuarios de las piscinas municipales Folch i Torres, las únicas del barrio del Raval de Barcelona, lograron ayer arrancar al Ayuntamiento el compromiso de estudiar la viabilidad de las instalaciones, afectadas por graves deficiencias estructurales, para evitar que cierren para siempre.
La clausura de las piscinas, que cuentan con 1.600 usuarios, se produjo a primera hora de la mañana de ayer. Sin embargo, una treintena de usuarios lograron entrar en el recinto y se encerraron en señal de protesta, animados desde la calle por una cincuentena de vecinos y vigilados por cinco furgonetas de agentes antidisturbios municipales.
Los usuarios consideran que las piscinas constituyen un servicio social y piden que el Ayuntamiento o los gestores de la instalación, el Club Natación Montjuïc, inviertan para reparar los daños más graves con el fin de alargar su vida útil hasta que en 2004 se inauguren las piscinas de Can Ricart, también en el barrio.
La protesta originó un desfile de autoridades que a lo largo de la mañana acudieron al recinto para escuchar a sus usuarios. Tras el paso del gerente de Ciutat Vella, Antoni Lucchetti, el presidente del grupo municipal de CiU, Joan Puigdollers, y el portavoz del PP, Jordi Cornet, los usuarios y el presidente del club se reunieron con la concejal de Ciutat Vella, Caty Carreras, y con el concejal de Deportes, Albert Batlle, quienes se comprometieron a analizar nuevos informes técnicos y a estudiar una posible solución.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de mayo de 2002