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JAN PETER BALKENENDE | Candidato democristiano | ELECCIONES EN HOLANDA

El vertiginoso ascenso del 'Harry Potter' de la democracia cristiana

Con su flequillo liso, gafas redondas y rostro aniñado, Jan Peter Balkenende, de 46 años, se había ganado el apelativo de Harry Potter de la política holandesa. Su vertiginoso ascenso a la cúpula de la democracia cristiana (CDA) se debe, sin embargo, más a su solidez y voluntad de diálogo que a cualquier posible truco de magia. Catedrático de Pensamiento Social Cristiano sobre Economía y Sociedad en la Universidad Libre de Amsterdam, de inspiración protestante, llegó a la Cámara Baja en 1998 tras 16 años en el Ayuntamiento de Amstelveen, cerca de Amsterdam. Sin experiencia como diputado, no era más que un segundón hasta que una rencilla interna le precipitó en octubre pasado al liderazgo.

Saldada a su favor, la lucha por la jefatura de la democracia cristiana enfrentó al presidente del partido, Marnix van Rij, y al portavoz parlamentario, Jaap de Hoop-Scheffer. Deseosos de encabezar ambos la lista electoral y de convertirse, por ende, en primer ministro de ganar las elecciones, el dúo peleó durante cinco días dentro y fuera de la sede de la democracia cristiana.

El insólito enfrentamiento acabó desgastando a ambos contendientes que admitieron al final haber perdido la confianza de sus colegas y dejaron el camino libre a un desconocido. Su aspecto inofensivo hizo contener la respiración a más de uno. Después de ocho años en la oposición, la CDA tenía un nuevo líder con menos tiempo que nunca para dejar huella en el electorado y recuperar el poder. De ser una valiosa promesa que necesitaba pulirse, pasó a jefe de filas sin transición alguna.

Su brillante trayectoria posterior ha demostrado que las dudas eran un error de percepción. La serenidad de Balkenende se había hecho un hueco en la mente de sus conciudadanos antes incluso de que los sondeos le señalaran como posible vencedor. Seguía algo rígido en los debates, es cierto, y respondía más al modelo del académico erudito que al del político de raza, pero era sólo su lenguaje corporal. Su flema y su pericia en asuntos financieros, que le permitieron debatir a fondo con el ministro de Finanzas saliente y batirse también en el seno de su propio grupo, han demostrado que ha sabido trasladar su experiencia consistorial a un foro parlamentario que no parece venirle grande.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de mayo de 2002