El problema del FC Barcelona no reside en los jugadores ni el entrenador, empieza en la junta directiva y en particular en su presidente, Gaspart, que por su ambición de conseguir el cargo desvirtuó las elecciones pactando con los demás candidatos para incluirlos en la nueva junta directiva, que se convirtió en una olla de grillos. En mi opinión, Gaspart no sirve ni antes ni después de Núñez, se parece al clásico político español que se aferra al cargo.
Cuando en una organización coincide el caciquismo con el corporativismo habitual, el fracaso está garantizado. El mismo pacto para diluir unas elecciones a espaldas de los socios muestra el sincretismo que reina en semejante grupo y el poco respeto a la afición.
La logomaquia es lo que impera en tal grupo, al igual que hacen los políticos, y el resultado es la incultura que germina con tal práctica. La verdadera riqueza de cualquier organización son las personas que la integran, y el dinero es una consecuencia y el medio para cubrir los objetivos, pero cuando se desvirtúan objetivos y medios para conseguirlo, sucede lo que está a la vista. Las últimas elecciones, en sus formas y maneras, sentaron las bases del fracaso con antelación . En el país de los ciegos el tuerto seguirá siendo el rey.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de mayo de 2002