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Reportaje:

Apoteosis en el Bernabéu

85.000 personas aclaman a los campeones y a Mijatovic, en una celebración espectacular

Acababa de rendir homenaje el Bernabéu a las seis primeras Copas de Europa conseguidas por el equipo, "las que no valen para Gaspart", decía a grito pelado un seguidor, cuando en una esquina de la tribuna de preferencia se fue levantando un murmullo incontenible. Los focos alumbraron aquél córner y acompañado por varios niños comenzó a hacerse visible una figura, vestida de oscuro, con el pelo engominado y unos restos anárquicos de barba. Fue entonces cuando las 85.000 almas que el Bernabéu llenaban estallaron en un cántico ensordecedor dedicado a quien por allí asomaba, Pedja Mijatovic, cuya aparición provocó el alarido masivo.

Aquél fue, junto a la entrada en el césped del capitán, Fernando Hierro, con la novena orejas entre sus manos, el momento más emotivo de la celebración del último título madridista. Una celebración algo más contenida que las dos anteriores. Aquí no hubo más música en directo que la que cantaron jugdores y público y en el palco nadie se arrancó a bailar.

A la hora convenida, las diez de la noche, se apagaron las luces del estadio. Sobre el césped, un gran escenario con forma de estrella rodeado de otros ocho idénticos de menor tamaño. Javier Capitán, recibido al grito de "¡que bote Capitán!" (y Capitán botó), se encargó de presentar un acto en el que la megafonía no pudo con los gritos de los presentes. Dijo Capitán que en un día así nada mejor que echar la vista atrás. Fue así como presentó a ocho jugadores que estuvieron en cada uno de los títulos anteriores del conjunto blanco, que salieron el césped para situarse en cada uno de los escenarios menores, donde levantaron una réplica luminosa de los trofeos. Di Stéfano, cuya voz fue imitada por el presentador, Gento, Santamaría, Kopa, Pachín y Amancio fueron los encargados de poner cara a los seis primeros títulos.

Se produjo entonces la entrada de Mijatovic en escena con la réplica de la séptima y el Bernabéu se vino abajo. Quedaba la octava y en la grada algunos hacían cuentas a toda velocidad: "¿Quién jugó de titular en Valencia y ya no está en la plantilla?", preguntaba un niño a su padre. A velocidad de vértigo éste hizo memoria y respondió: "¡Redondo!". Pero no. Allí no estaba Redondo. El honor de representar a los ganadores de la octava le correspondió a quien el presentador llamó el gran capitán, Sanchís, saludado por el público con otra de las ovaciones de la noche.

Le tocaba el turno al presente, a la plantilla actual. Y uno por uno, todos sus componentes fueron ocupando el escenario central. Los primeros que salieron por el túnel de vestuarios fueron los jugadores del filial que han participado en el éxito. Tras ellos, hizo acto de presencia Iker Casillas, cuyo nombre fue, junto al de Mijatovic, el más coreado de la noche. La aparición, apoyado en sendas muletas, de César puso la nota épica de la noche. Como si de un consurso de decibelios se tratara, los gritos de "¡Iker!" y "¡César" se entrecruzaron. Ganó Casillas. Míchel Salgado, Helguera, Roberto Carlos, todos corrieron hacia el círculo central. Cerraron el desfile Zidane, recibido por un soniquete "Zi-Zou, Zi-Zou", que fue elevándose hasta cubrir todo el estadio, y que horas antes, en el ayuntamiento, había saludado a un niño que le espetó, "pues eres más bajito de lo que creía", Figo y Raúl, éste embozado en una bandera española.

Tras ellos salieron Del Bosque, al que alguien colocó en la misma boca del túnel de vestuarios una bufanda del Madrid en el cuello, y el resto de ayudantes. Y por fin, el capitán, Hierro, el portador de la copa, mientras el We are de Champions saludaba su llegada. El trofeo se acercó al cielo, en manos de un joven, gracias a un elevador cubierto por una tela donde se leía un 9, el número mágico de la noche de ayer, enorme. Llegaron luego los fuegos artificiales, las tracas, Raúl ejecutando, capote en ristre, sus ya clásicos lances taurinos, la vuelta de honor, el "illa, illa, illa, Juanito maravilla" y, por fin, jugadores y público entonando una, dos y hasta tres veces, el himno del Centenario, el colofón de otra fiesta del madridismo, la tercera en cinco años. Y entonces, cuando los jugadores se retiraban, Di Stéfano, el héroe de las cinco primeras, saludó a Mijatovic, el de la séptima, antes de preguntarle a Amancio, el de la sexta: "Amancio, digo yo que ya va siendo hora de irse a cenar, ¿no?".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de mayo de 2002