No conozco la obra original de Claude Confortès, un antiguo colaborador de Peter Brook, y también ignoro si ha sido montada en algún otro escenario. Pero hay que decir que este raro musical, dirigido por Toni Cantó con la colaboración de Gabriel Chamé, que proviene del Cirque du Soleil, resulta confuso en más de un momento y repleto de tropezones a lo largo de un desarrollo repetitivo.
La idea inicial tiene cierto atractivo, con esos tres pícaros corredores de maratón en unos juegos olímpicos que se conformarían con llegar a la meta como buenamente puedan, resuelto en el escenario con la proyección en el fondo de un video que muestra el desplazamiento del recorrido a medida que los protagonistas van avanzando. Pero ese buen punto de partida va perdiendo fuerza a medida que se introducen cantables inverosímiles, historias estrafalarias y bromas de toda clase, lo que, si bien deja claro que el asunto renuncia a todo asomo de realismo, también anuncia que se desdeña cualquier tipo de rigor, de manera que asistimos a una competición fingida y algo estrafalaria que no renuncia a sugerir un cierto mensaje fagocitado desde dentro.
Marathon
De Claude Confortès. Intérpretes, Toni Cantó, Roman Luknár, Paco Déniz. Iluminación, Toño Camacho. Vestuario, Paz Márquez. Coreografía, Tino Roig. Banda sonora, Coy Páez. Video, Isidro Riera. Dirección, Toni Cantó, Gabriel Chamé. Teatro Rialto. Valencia.
Es inevitable que el trío protagonista, y el planteamiento mismo del espectáculo, recuerde algunos de los trabajos de El Tricicle, aunque aquí el humor, cuando lo hay, sea bastante menos blanco que en los merengues catalanes, siguiendo unas claves interpretativas entre el mimo y el clown, de mucho esfuerzo físico, donde Toni Cantó se muestra seguro y divertido y Román Luknár manifiesta una cierta amplitud de registros. Ni parodia ni metáfora sino todo lo contrario, el montaje resulta algo fallido por la indeterminación de sus propósitos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de mayo de 2002