La Rosaleda del Retiro va a cambiar de aspecto en las próximas semanas. Acaba de comenzar la restauración de este paraje en forma de elipse, ajardinado en sus 0,8 hectáreas y rodeado de un alto seto de boj con cuatro accesos. Parques y Jardines se ha involucrado a fondo en este proyecto, anuncia Santiago Romero, director de Servicios de la concejalía de Medio Ambiente. La restauración, que aportará 90 variedades de rosales injertos de vara alta y de vara baja, más otros llorones, concernirá sobre todo a los elementos de su ornato, riego y cerrajería. Doscientas cuarenta y cinco pérgolas y torres metálicas serán instaladas de nuevo; su plataforma central, murada y reedificada; dos fuentes verán consolidar su solado. Y dos réplicas de jarrones marmóreos lucirán sobre basas de granito. Total, 219.238,2 euros.
Las rosas son ahora más de 15.000, teñidas por una treintena de colores. Destellan los granas y los rojos aterciopelados, los amarillos rosáceos. Hoy, todo ha florecido. No parece la mejor etapa para acometer una reforma, pero Santiago Romero la justifica: 'La peor etapa no es ésta, sino la de siembra, aunque las autorizaciones presupuestarias no se atienen a ciclos florales'.
En torno a los rosales zumban ya los grandes y pacíficos abejorros peludos, que liban silenciosamente sus néctares en medio del cantar de las dos fuentes de mármol y fina traza, cuyo fresco fluir se encuentra a punto de quedar interrumpido por las obras. Los aromas que de esta gigantesca petalada destila son bien puros y definidos, aunque no muy intensos. Desde hace unos años se echa de menos en la Rosaleda la presencia de más rosas de lady Banks, chiquita, rizada en forma de pequeño clavel y enormemente olorosa, con una dulzura aguda y refrescante. 'De momento, cambiaremos las infraestructuras', sentencia Romero.
Enclave predilecto de la ciudad, la Rosaleda fue construida en 1915 por el jardinero de más nombradía de cuantos han regido el parque del Retiro: Cecilio Rodríguez.
Cuentan que en 1914, Rodríguez se encaminó a París para inspirarse primero, y pertrechar después, el jardín naciente; su modelo era la rosaleda de Bagatelle, en Bois de Boulogne. Allí le sorprendió el estallido de la Gran Guerra. Con las flores y el aparejo adquiridos en la capital francesa, don Cecilio hubo de permanecer allí hasta abril de 1915, cuando el conflicto menguó lo suficiente como para permitirle el regreso. Una vez en Madrid se aplicó a la tarea. Plantó hasta 12.000 rosales de 366 especies diferentes. De entonces data su mimo por este paraje, muy modificado, que desde 1956 es, desgraciadamente, auxiliar de la Rosaleda del parque del Oeste. De ella recibe los rosales premiados en sus exposiciones. La reforma, quizá, la reevalúe.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de mayo de 2002